Diario de León

TRIBUNA

Antonio Gómez Asociación para la recuperación del bosque autóctono (ARBA)

Hidrógeno verde, sueño de una noche de verano

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A diario vemos noticias que nos anuncian nuevos inventos que nos van a permitir disponer de los mismos niveles de energía de los que hemos «disfrutado» en las últimas décadas. Sin embargo, los informes científicos alertan de que hemos traspasado 6 de los 9 limites planetarios, estamos a punto de superar ya los 1,5º C respecto a la época preindustrial, la corriente Amoc se está ralentizando, etc. Si a ello sumamos que los combustibles fósiles de buena calidad son cada vez menos accesibles y más costosa su extracción, todo apunta a que, aunque no lo queramos ver, estamos entrando en una época de reducción de la disponibilidad energética que ya están sufriendo muchos países del Sur Global.

Hasta el propio secretario general de la ONU, Guterres, alerta de que nos estamos acercando al infierno climático y que estamos cavando nuestra propia tumba. Sin embargo, en lugar de abrir un debate sobre cómo reducir las emisiones, el consumo y la movilidad en los países de Norte, y abandonar los sectores despilfarradores de energía que no generan beneficios sociales, nuestra sociedad se afana en seguir quemando combustibles que nos permitan seguir manteniendo el crecimiento, autentico cáncer de esta sociedad. No hay en marcha ninguna transición energética.

Las 57 compañías energéticas más grandes están incrementando la extracción y las emisiones, mientras añadimos la energía generada por las «Renovables Eléctricas Industriales», una energía eléctrica que no es necesaria, ya que desde hace más de quince años el consumo eléctrico disminuye en nuestro país.

Una de las promesas más socorridas es el «hidrógeno verde». En su nombre se justifica la destrucción del territorio, ya sea mediante (falsas) renovables, hasta biomasa (quemar bosques), o nuevos pantanos (destruir ecosistemas). Sin embargo, un futuro cercano basado en este hidrógeno no va a poder concretarse: es un vector energético que aún no está maduro y nadie puede garantizar si alguna vez estará disponible para sustituir a los combustibles fósiles. Sus rendimientos son muy bajos, precisa costes de mantenimiento muy altos, y su transporte y almacenamiento son muy complicados.

El hidrógeno verde no se sostiene sin transfusiones continuas de dinero público. En Alemania se han interrumpido electrolizadores en una refinería; en Baviera otro proyecto para producir hidrógeno y metanol; se ha reemplazado la primera red de trenes a hidrógeno por eléctricos por ser estos últimos más baratos.

Francia, dio carpetazo a una línea de autobuses, porque «los subsidios se están agotando», mientras que Dinamarca cerró sus estaciones de hidrógeno porque tampoco pueden mantener los subsidios.

En nuestro país, en Asturias, Enagás y ArcelorMittal han paralizado su megaproyecto de hidrógeno «por el pinchazo de los fondos europeos» reconociendo que su coste no es viable. Tanto el CEO de Endesa como expertos de Iveco coinciden que, sin un continuo flujo de dinero público (que estamos detrayendo de gastos sociales) no hay negocio. Otras informaciones internas nos avisan de que el Corredor Vasco del Hidrógeno será mucho más reducido de lo que se anunció.

La realidad es que el hidrógeno que se produce con «energía renovable», el verde, supone solo el 1%, y su precio triplica al gris, producido con gases fósiles (2,5-3 euros por kilo). Por otra parte, un estudio que analiza 50 publicaciones científicas sobre la rentabilidad del hidrógeno verde acaba reconociendo que no puede competir con las bombas de calor, mucho más baratas.

El transporte desde la España sacrificada hacia los nodos industriales (o hacia Alemania), tampoco se sostiene. Su densidad energética en estado gaseoso es muy baja —ocupa mucho volumen—, y su transporte mediante hidroductos es un proceso caro e ineficiente. En todo el mundo solo hay unos 5.000 km. de ellos, que abastecen industrias muy cercanas a los lugares de producción.

Mas problemas. Otros científicos están advirtiendo de un efecto: las fugas, ya que cuando se filtra a la atmósfera puede afectar a otros elementos, y contribuir al calentamiento global. Además, la producción requiere elevadísimos consumos de agua (lo más pura posible), entre 60-95 litros de agua por kgr. de hidrógeno verde, agua que vamos a necesitar para actividades más importantes, como es la de producir alimentos. Esto contrasta con que hasta casi el 50 % de los proyectos de hidrógeno están planificados en zonas con gran escasez de agua. En nuestro entorno, en La Robla, una empresa pide usar 6.000 millones de litros al año del río Bernesga mientras con la otra mano recibe 42 millones de euros de la UE. Otra, en Bembibre pide 1.000 millones de litros.

Los miles de millones de euros de los fondos Next Generation están sirviendo para financiar dudosos proyectos, que están destruyendo ecosistemas que van a ser absolutamente imprescindibles en las próximas décadas para garantizar la alimentación y la vida.

Lo único que se persigue es lograr los fondos (que pagaremos entre todos como deuda) y salir huyendo. Nuestra forma de vida, impulsada por el consumo compulsivo de combustibles fósiles desde hace unas pocas décadas, está destruyendo el planeta y poniendo en peligro nuestra propia supervivencia. Y cada vez es más claro que las tecnologías de energías «renovables» no pueden garantizar este modelo de vida, aparte de que no hay ni tiempo suficiente, ni recursos disponibles para ponerlas en marcha.

La única alternativa es que reduzcamos cuanto antes nuestros consumos a niveles muy por debajo de los actuales, lo que implicará formas de vida más simples, sociedades menos complejas y la recuperación del sector primario para garantizar las necesidades básicas de la población.

En su nombre se justifica la destrucción del territorio, ya sea mediante (falsas) renovables, hasta biomasa (quemar bosques), o nuevos pantanos (destruir ecosistemas). Sin embargo, un futuro cercano basado en este hidrógeno no va a poder concretarse
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