TRIBUNA
Dos religiosas concepcionistas renuevan los votos
En estos días nuestros, tan confusos y contradictorios, donde la actualidad informativa es un mar proceloso surcado por la noticia calafateada en muchos casos por la crispación y el sobresalto, puede afirmarse, sin incurrir en demasía alguna, que para un creyente resulta francamente reconfortante la visita a un convento de monjas. Y es que entablar luego un diálogo con ellas templa el ánimo, alivia el espíritu y alienta el buen conformar, porque alejadas de toda vanidad y toda pompa, las hermanas, en este caso que digo hijas de Santa Beatriz de Silva, imprimen a sus palabras los signos visibles y característicos de la paz y la armonía, la serenidad y la sencillez, el sosiego y la calma, refractarios por sí mismos del narcisismo y la impostura.
Con esto quiero subrayar que la manifiesta transparencia, impregnada de humildad y modestia, que emana por parte de las religiosas durante la conservación, transmite al visitante una bocanada espiritual rebosante de dulzura y bondad, apacibilidad y mansedumbre, valores todos ellos de los que nosotros, miembros de la sociedad actual, somos francamente deficitarios.
El decreto Perfectae Caritatis , promulgado por San Pablo VI el 28 de octubre de 1965, y publicado por el Concilio Vaticano II, trata de los institutos de vida consagrada. Y en su texto se recoge que éstos «ocupan siempre, aun cuando apremien las necesidades de un apostolado activo, un lugar eminente en el Cuerpo Místico de Cristo, en el que no todos los miembros tienen la misma función. En efecto, ofrecen a Dios un eximio sacrificio de alabanza, ilustran al Pueblo de Dios con frutos ubérrimos de santidad y le edifican con su ejemplo e incluso contribuyen a su desarrollo con una misteriosa fecundidad. De esta manera son gala de la Iglesia y manantial para ella de gracias celestiales».
Así acontece en el monasterio de la Purísima Concepción de León que, actualmente, es el más antiguo de nuestra ciudad. Incardinados en la parroquia de Santa María del Mercado, la Antigua del Camino, sus muros se alzaron allí hace más de quinientos años, bombeando en el corazón de esta antigua Urbe Regia, mediante oraciones y alabanzas, el anuncio y difusión del Evangelio, el mensaje de la Buena Noticia.
Fundado el 10 de junio de 1516 por Leonor de Quiñones Enríquez, hija de los poderosos Condes de Luna, quien, para este fin, hizo entrega de su propio palacio, este cenobio, íntimamente ligado a las glorias y vicisitudes de esta Capital del Viejo Reino, hoy, igual que entonces, configura una torre mística donde las religiosas, conscientes del legado recibido, mantienen y acrecientan el espíritu que resultó decisivo para la proclamación, tres siglos más tarde, del dogma inmaculista, por parte del papa Pío IX, mediante la bula Inefabilis Deus, el 8 de diciembre de 1854.
«Te ofreceré un sacrificio de gratitud e invocaré, Señor, tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti, oh Jerusalén». Estos versículos corresponden al Salmo 116 (17-19). Y, a buen seguro, la tarde del próximo día 8 de junio, sábado, a las 17:30 horas, resonarán entre las centenarias paredes de la citada casa de oración.
Será durante la solemne Eucaristía, presidida por el obispo de León, Mons. Luis Ángel de las Heras Berzal, acompañado de varios sacerdotes, que, en acción de gracias, se celebrará con motivo de las Bodas de Oro de la consagración religiosa de dos concepcionistas de esta comunidad franciscana, las MM. Beatriz de Jesús y Felicia de Jesús, ambas leonesas, nacidas en Soto y Amío y en Tabladas, respectivamente, porque una y otra renuevan los votos de castidad, pobreza y obediencia que abrazaron voluntariamente hace ahora cincuenta años, cuando dieron respuesta afirmativa a la llamada del Señor y renunciaron libremente a los bienes temporales, a las galas y prendas de este mundo.
Su admirable y ejemplar trayectoria vital podría resumirse en las siguientes manifestaciones efectuadas en 2016 por la citada M. Beatriz de Jesús, a la sazón, lo mismo que en este momento, abadesa de esta comunidad concepcionista, con motivo de cumplirse el quinto centenario de dicho monasterio: «Toda esta vida de oración no es sólo para nosotras, sino que nos interesa y mucho, nuestra sociedad, sus preocupaciones, y sus alegrías, tenemos muy en cuenta a todos nuestros hermanos los hombres, especialmente aquellos que se alejan del Señor […] Él es la Fuente de toda felicidad. Nuestra vida es así y le damos las gracias por ello. Lo que parece sacrificio nos da una satisfacción enorme».
En este tiempo presente, dos religiosas franciscanas concepcionistas, consagradas a la vida contemplativa, cumplen las bodas de oro de su primera profesión. Cincuenta años después de fidelidad absoluta a la voluntad del Señor, de dedicación a una vida monacal, edificada con los sillares de la fe y de la alegría, el trabajo y la esperanza, las MM. Beatriz de Jesús y Felicia de Jesús se muestran felices y dichosas por haber recibido y seguido la llamada divina. Su acción apostólica es un ejemplo edificante y un motivo de júbilo para la comunidad de los creyentes. Reciban, por ello, a través de estas líneas, la más fraternal de nuestras felicitaciones.