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TRIBUNA

Urbano González Díez y Jorge Martínez Lanza
Usuarios de la Estación de san Isidro

San Isidro, no hay quien te quiera

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El pasado 26 de mayo, se cumplieron cincuenta años de la inauguración de la Estación Invernal y de Montaña de San Isidro, efeméride que ha pasado totalmente desapercibida, pues no se ha celebrado ni un solo acto conmemorativo, ni ese día ni durante la temporada de esquí. Ni siquiera acudió algún representante de la Diputación de León a la recogida de la placa conmemorativa entregada en Granada al efecto por la Real Federación Española de Deportes de Invierno.

Medio siglo de existencia es, no obstante, un buen momento para recapacitar sobre el impacto que la estación genera y sobre sus posibilidades de desarrollo, resultando ciertamente desalentadoras las conclusiones a las que se puede llegar.

En aquél 26 de mayo de 1974, don Emiliano Alonso Sánchez-Lombas, presidente de la Diputación y uno de los grandes impulsores del proyecto, pronunció un discurso de plena vigencia tantos años después, al decir que «nosotros hemos entendido que la potenciación de las zonas debe hacerse a partir de un reconocimiento de cuáles son los recursos más reales y potenciables. El Puerto de San Isidro está situado en la confluencia de provincias hermanas, llamadas a una eficaz comunicación e intercambio de recursos. La naturaleza ha determinado en él unas condiciones climáticas que determinan privilegio en cuanto a la duración de la nieve. Según esto, lo que podíamos llamar ‘vocación de lugar’ señala que su mejor utilización consistirá en la promoción de sus posibilidades turístico-deportivas. Esta es —y creo que ello es incuestionable— una manera, la más idónea, de estimular la riqueza de esta comarca.»

Su predecesor en el cargo, don Antonio del Valle Menéndez, muy involucrado durante su mandato en la gestación de la estación, manifestó ese mismo día que «es fundamental que se siga el desarrollo de San Isidro para la utilización máxima de todos sus recursos», palabras éstas que dan pie a la reflexión que queremos hacer en estas líneas.

En 1974 el complejo se puso en marcha con tres telesquís y un telesilla, en las zonas de La Raya, Salencias y Cebolledo, ampliándose en los años siguientes tanto el número de pistas, las áreas esquiables (Requejines y Riopinos) y los medios mecánicos, de manera que a mediados de los años ochenta la estación no era muy diferente a como es hoy.

A partir de ese momento, la expansión de la estación se interrumpió, no se amplió el dominio esquiable a otras zonas aptas para el esquí, no se produjo la remodelación de los remontes y, lo que es más sorprendente, se desmantelaron algunos, lo que ha dado lugar a que San Isidro deba ser la única estación del mundo que ha perdido cota esquiable (al desaparecer el telesquí de Peñanevares).

Las inversiones realizadas en los últimos años se han centrado en aspectos que nada tienen que ver con el esquí, ya que mientras se han construido tres cafeterías nuevas y se ha remodelado otra, los remontes siguen siendo los mismos. Así, de los cuatro telesillas de los que dispone la estación, solo uno es del tipo desembragable, siendo los otros tres verdaderas reliquias de otro tiempo, desesperantes en su lento y errático funcionamiento y que, en el caso del Riopinos, impiden el acceso a la estación a debutantes y visitantes no esquiadores. Los telesquís encontrarían acomodo en el mismo museo que los telesillas, donde ya les esperarían aquéllos que se han desmantelado y no se han sustituido por otros medios (Cebolledo, Las Piedras o Riopinos II), y con un sistema de innivación artificial instalado hace casi treinta años, en una única pista del sector Cebolledo, que así se ha quedado, con una tecnología ampliamente superada.

Lo sorprendente es que mientras la estación no prosperaba, los usuarios y visitantes no han dejado de crecer, con la promoción de cientos de viviendas hacia principios de siglo, y con un verdadero peregrinaje cada fin de semana de leoneses, asturianos, gallegos y portugueses que, según cifras de la propia Diputación de León, hay días que alcanzan unos 5.000 usuarios. Con todos estos antecedentes, es lamentable observar, año tras año, que las palabras pronunciadas en 1974 por el Sr. Del Valle nadie las quiere tomar en consideración, pues el desarrollo de la estación está parado y la utilización de sus recursos es muy deficiente.

En el año 2006 se habló de la implementación de un Plan Director, con una inversión de cuarenta millones de euros para la ampliación de pistas y la remodelación de remontes, de lo que nada más se supo, mientras desde la inauguración en el año 2007 de la vecina Estación de Fuentes de Invierno, es recurrente a cada cambio de gobierno provincial y autonómico a un lado y a otro del Puerto oír hablar de su fusión, algo tan lógico como improbable, vista la incapacidad de los políticos de todo signo y condición de avanzar al respecto en todos estos años. Todavía en 2022, los dirigentes asturianos y leoneses del Partido Popular hablaron de la creación de la «Gran Estación» de esquí del norte, con más empeño en golpear a su rival político que interés en su materialización, pues fácil lo tuvieron de hacer gobernando la Diputación de León entre 1995 y 2019. Claro que la iniciativa del Partido Socialista ha sido igual de remolona, pues desde 1999 han dirigido el Principado casi ininterrumpidamente, y hace ya cinco años que rige los destinos de ambas administraciones, ocasión inmejorable para abordar esa fusión.

Los usuarios ya nos hemos acostumbrado a que todas estas promesas sean recurrentes juegos de palabrería, mezcladas con otras extravagantes propuestas, como la construcción de siete hoteles en el Puerto (no uno, no, siete) o el desmantelamiento de la zona de Salencias para la construcción de un campo de golf, práctica deportiva que ya se nos dirá cuándo se podría hacer a 1.400 metros de altitud en un frío lugar donde nieva en mayo.

Más allá de proyectos grandilocuentes o multimillonarios, lo primero que deberíamos ver los usuarios es algo tan simple como un funcionamiento correcto de la Estación, con todos los remontes activados, las pistas acondicionadas y los accesos despejados, lo que lamentablemente no es el caso en la mayor parte de las ocasiones.

En San Isidro se tiene la sensación de fiar todo a la improvisación y la climatología, sin acopiar nieve de cañones (práctica habitual en cualquier Estación), sin poner en marcha algunos remontes o sin acondicionar determinadas pistas, como en la zona de Salencias, con disculpas de lo más peregrinas. No descubrimos nada nuevo si decimos que las quejas de los usuarios hacia la dirección de la Estación son constantes, pero la responsabilidad es de la propia Diputación, propietaria del enclave, beneficiaria de su recaudación y por lo tanto obligada a prestar un servicio de calidad, para lo que debería tomar las medidas oportunas al respecto.

Podríamos seguir contando las desventuras de la Estación, pero lo que nos resulta descorazonador es que un recurso turístico de primer nivel como es San Isidro esté tan abandonado. Vivimos en una época donde es habitual el empleo de expresiones como «fijar población», «España vaciada», «oportunidades para el medio rural» y otras similares. Pues bien, aquí tiene la Diputación de León la llave para dar cumplimiento a todas estas demandas, solo hace falta un poco de voluntad y tener bien presente dos cosas: las palabras pronunciadas en 1974 por el Sr. Alonso Sánchez-Lombas y el artículo 36.1-d) de la Ley 7/1985, reguladora de las Bases del Régimen Local, que le atribuye como competencia propia el fomento del desarrollo económico y social provincial. Recursos no le faltan para ello, pues como informaba el Diario de León los pasados 12 y 16 de abril, la Diputación acumula 196 millones de euros de remanentes, los más altos de su historia, de los que tras su liquidación aún restan 34 millones. El retorno económico que genera la Estación bien merece una inversión.

Las inversiones realizadas en los últimos años se han centrado en aspectos que nada tienen que ver con el esquí, ya que mientras se han construido tres cafeterías nuevas y se ha remodelado otra, los remontes siguen siendo los mismos. Así, de los cuatro telesillas de los que dispone la estación, solo uno es del tipo desembragable, siendo los otros tres verdaderas reliquias de otro tiempo