Diario de León

Eugenio González Núñez
Escritor

Pedro Pérez, ¿estratega o maniobrero?

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¡Cállate…! ¿Quién eres tú para encasillar a un presidente del Gobierno de España? ¿Acaso has almorzado alguna vez en la Moncloa? ¿Has gozado de la amistad de don Pedro? ¿Has leído alguno de sus libros? ¡Qué va, si para empezar, tú llevas años sin vivir en España!

¡Escuche usted! Tengo que decirle que poseo una cierta y nada novata experiencia como prior frailuno, como misionero, que no conquistador, como director y profesor de algunos problemáticos centros educativos, como testigo y celebrante de bodas con arras de plata, y en raras ocasiones, de oro; finalmente (la vida no da para más), de un cierto tiempo a esta parte, como esposo y padre putativo de una buena familia, situada al otro lado del charco mayor. Por todo ello sé algo de estrategias y estratagemas, engaños y ardides, argucias y artimañas, trampas y tretas, trifulcas y celadas. También conozco hombres y mujeres hábiles, honestos, diestros y siniestros, guerreros y pacifistas, torpes y espabilaos, pacientes e impacientes, en general, todos ellos estrategas, y algún que otro pelagatos manipulador.

¡No escriba más! Así es, no escribiré de los noes o síes del presidente, sino del homo sapiens, aunque sea muy difícil separar lo uno de lo otro, aunque lo que define al hombre, está muy cerca de su cualificación como humano y profesional. Los relatos referidos a Pedro como presidente del Gobierno español, los conocen mejor mis lectores españoles que yo, y por ello no los voy a repetir, sino a analizar, como quien analiza la química de un buen vino, de un famoso y aplaudido profesor, de un político (a secas), de un pedagogo, en gracia para dar acertados consejos, salidos de mente sana y despierta.

¡Chicos, quietos y callaos todos…! En realidad, manipular no es un aprendizaje brillante, ni algo de lo que tengamos que sentir orgullo, porque genera enorme disgusto a las personas que se sienten manipuladas. Por todo ello, creo que el manipulador va por el camino más fácil: busca y se reúne con gente «dócil», sumisa, fácil de convencer y manejar.

Mas, el estratega diseña el camino más efectivo, porque es un observador objetivo: logra analizar los recursos disponibles de la persona, el equipo o la organización para corregir debilidades, afrontar amenazas, mantener fortalezas, explorar oportunidades y obtener resultados aún en escenarios difíciles y cambiantes. Un buen estratega es un buen comunicador: transmite de forma clara para lograr el entendimiento, motiva para lograr adhesión de los demás y persuade para minimizar posibles resistencias.

El manipulador es experto en esconderse. Miente con su palabra, engaña con la mirada, fracasa con la voluntad, y sus obras, son fruto de una mala sementera y de una peor cosecha. El estratega, es experto en persuadir. Persuade con su palabra, al mismo tiempo que lo hace con su mirada franca, y triunfe o fracase siempre será honesto al analizar el fracaso, la derrota, y comunicarlos con humildad a los demás.

El manipulador no se compromete. Todo él, entero solo piensa en su propio medro, en que su «yo personal» llegue a realizar sus propios deseos.  El estratega se vincula y vincula a otros positivamente. Él siempre piensa en el grupo, nosotros trabajamos juntos, nosotros analizamos con el grupo. Ninguna pequeña alteración le hará perder el positivismo.

El manipulador miente sobre el futuro. Para él la hornada se piensa siempre en presente y está nervioso por ver salir el pan del horno, aunque no esté suficientemente bien cocido. Para el estratega, el paso del tiempo da valor a sus estrategias. ‘Paso a paso», siempre con pasos concienzudos, dados juntos, sabiendo esperar a que «la cosa» esté bien cocida para sacarla del horno contando con el asentimiento de todo el grupo.

El manipulador te hace sentir culpable. ¡Tú no sabes, tú no vales! De ti, podemos y debemos prescindir, porque tú no entiendes nada. El estratega  reconoce tu(s) valor(es). ¡Tú vales, porque sabes servir, los logros son «de todo el grupo! ¡Ustedes tienen futuro, el futuro es suyo!

El manipulador construye relaciones egoístas. El «ego» del manipulador es la frágil base del equipo. Sin él nada es verdad, nada es eficaz, nadie vale un centavo en la elaboración y puesta en marcha de «su» proyecto. El estratega construye reciprocidad, siembra empatía, proporciona alegría, unidad, creando también reciprocidad (yo – tú = nosotros) en el trabajo del grupo. Cuando una persona piensa de forma estratégica aumenta las posibilidades de éxito del grupo, es mucho más feliz porque es protagonista y no víctima de su suerte. Esta forma de pensar permite prever, adaptarse ágilmente y alcanzar resultados con un alto índice de afirmación y certeza que van a empoderar a todo el grupo.

El manipulador distorsiona los hechos con interpretaciones amañadas de la realidad. Para él,  la realidad es su punto de partida, aunque sea una realidad falsa, sin fundamentos, sin proyecto alguno que se pueda presentar para elaborar un trabajo. El manipulador normaliza la violencia psicológica o física. Las discusiones pueden acabar en batallas campales, feroces descalificaciones, insultos y agresiones, que obvian el fin que debiera ser el objeto principal y único de trabajo del grupo.

El estratega gana. La batalla está ganada porque entre todos hemos seguido una estrategia y un método que nos ha permitido a todo el grupo, en unidad y armonía, llegar a la meta final. Las personas estratégicas producen admiración en los demás por la forma en la que ven las situaciones y cómo interactúan inteligentemente con ellas.

En conclusión, a medida que entendemos cómo opera la mente del estratega será más fácil distinguirlo de un maniobrero, porque son distintos, actúan distinto, logran resultados distintos; el triunfo del estratega es alcanzar resultados sin sacrificar las relaciones. Un buen estratega político, será quien sepa respetar a su pueblo, a su partido, contando con él para festejar la verdad, sin caer en malas formas de caudillaje y regodeo personal. La sana estrategia en política es la que no miente al pueblo, ni se aprovecha de las malas artes para ganar votos, ni lleva a cabo pactos que, a la larga, van a defraudar a quienes le votaron…(Basado en un artículo de Juan Mayorquín, Coach y Consultor, 7 de octubre de 2020)

«… Los murmullos se volvieron jolgorio, los temblores se hicieron palmas y hasta Tanaka pareció sonreír. Pollo sintió que una parte suya, que creía haber dejado dormida hacía mucho en las selvas amazónicas, acababa de ponerse en forma. Se reconoció nuevamente rebelde, invencible, aunque bien en el fondo sabía que podía tratarse de un canto de cisme. Algo equivalente parecían sentir sus compañeros, pero de manera colectiva, pues no recordaban haber logrado un cambio así de directo en sus vidas trabajando unidos bajo un mismo plan». Amigo lector, te dejo este texto de la novela Cien cuyes , Premio Alfaguara 2023, del peruano Gustavo Rodríguez, página 102.

El manipulador es experto en esconderse. Miente con su palabra, engaña con la mirada, fracasa con la voluntad, y sus obras, son fruto de una mala sementera y de una peor cosecha. El estratega, es experto en persuadir. Persuade con su palabra, al mismo tiempo que lo hace con su mirada
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