Diario de León

TRIBUNA

DAVID DÍEZ LLAMAS. SOCIÓLOGO

Conocer, saber y depender

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Se dice que Sócrates cuando se logra que el conocimiento se plasme en documentos escritos, el evito esa posibilidad. Pero no fue el único, otros como Pitágoras o Jesús de Nazaret también siguieron optando por la tradición oral. El motivo por el que seguían esa conducta era por cuanto consideraban que con los libros el saber y el conocimiento era algo externo a las personas y no intrínseco a ellas. También que ese «depositar el conocimiento fuera de nosotros mismos» podía llevar a evitar el esfuerzo de la reflexión. Bastaría tener el texto al alcance de la mano y se evitaría el esfuerzo por comprender esa información.

Muchos siglos después (en el 2011) un psicólogo social (Wegner) le vendría a dar la razón. Hace un experimento con voluntarios para medir la capacidad de recordar. A unos les dice que esa información la pueden encontrar en un ordenador y a otros no les dice esto. Pues bien el experimento concluía que aquellos que pensaban que la información quedaba guardada relajaron el esfuerzo por aprenderla. El conocimiento cada vez más lo encontramos fuera de nuestra mente y tendemos a recordar más donde lo podemos encontrar más que el propio conocimiento.

En nuestra época cada vez más el conocimiento es algo que es externo a nosotros mismos. Ponemos algunos ejemplos. Antes para dirigirte a un determinado sitio ya fuera en coche o andando seguías tu propio conocimiento a través de lo que pudieras haber aprendido. Hoy todos los coches incluyen GPS y delegamos en el aparato para que nos guie hacia el lugar que deseamos. Lo mismo hacemos muchas veces incluso en nuestras caminatas ya sea por el campo o por la ciudad.

Cuando deseamos hacer una consulta acudimos al buscador para encontrar la información sobre aquello que buscamos. Además podemos decir que si el contenido se trasmite a través del comentario de una persona entonces somos relativamente más proclives a ponerlo en duda, que si lo es a través de un medio tecnológico.

Ese «conocimiento externo» nos hace ser muy dependientes. Por un lado somos menos capaces de encontrar las cosas por nuestros medios. El saber se «deposita» en internet pero deja de estar en nuestra cabeza. Como no nos adiestramos en elaborar pensamientos, estamos en mucha mayor medida abocados a que «otros piensen» por nosotros.

Esta situación tiene también consecuencias políticas y hace más fácil la manipulación a una población «poco entrenada» en pensar por sí misma. Así se facilita que cobre un mayor protagonismo «el grito» en detrimento de «la reflexión».

Ahora todo o casi todo se vincula a la Inteligencia Artificial. Cabría reflexionar si esa inteligencia artificial va a estimular la inteligencia «natural» (la que es propia de cada persona) o por el contrario la va a «adormecer». En todo caso lo que no cabe duda es que nos va a hacer más dependientes del conocimiento de otros. Esa dependencia hace que sea también más fácil la manipulación. Cada vez es más complicado averiguar cuando una información es correcta o falsa. Las empresas y los canales informativos tienen departamentos especializados en detectar los bulos. Podríamos decir que las confrontaciones ya sea entre países, ideas o hasta clubs deportivos se trasladan al universo de la comunicación.

Desde luego no abogamos por «volver al pasado». Para avanzar es necesario la comunicación de conocimientos ya sea en formato impreso o electrónico. Sin embargo si hay que alertar de los riesgos que supone el buscar la salida a los problemas que se puedan plantear en el conocimiento que nos puedan dar instrumentos que llegan a nosotros. Creo que por un lado ello nos puede hacer «más vagos» en desarrollar nuestras propias habilidades. ¿Para qué voy a buscar una dirección si ya me lo puede facilitar el GPS? Por otro lado ese conocimiento va a estar en mayor medida vinculado al poder de compra (la inteligencia artificial no es gratis). Y además nos hace más dependientes en tanto la resolución de los problemas estará en mayor medida fuera de nuestras propias capacidades.

El reto será que esas mayores capacidades que nos da la sociedad actual supongan también un mayor avance en el desarrollo personal. Que sean un impulso y no supongan un debilitamiento. Necesitamos personas capaces de afrontar los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo. El avance social pasa necesariamente por una mayor cohesión y asunción de valores. Una sociedad que mira más al móvil que a la persona que tiene enfrente es complicado que la tenga en cuenta. Cada vez más «oímos» (canciones, programas…) pero no escuchamos. Nos encerramos en los auriculares para aislarnos del entorno.

El futuro nos trae esperanza, pero también modos de conducta que pueden llevarnos a un excesivo individualismo. Esperemos saber caminar recogiendo las ventajas que nos aporta la tecnología sin que ello suponga perder valores e independencia frente a la resolución de problemas.

Cabría reflexionar si esa inteligencia artificial va a estimular la inteligencia «natural» o por el contrario la va a adormecer
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