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TRIBUNA

Casimiro Bodelón Sánchez. Psicólogo clínico

¿Inclusión excluyente?

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Estamos a dos meses de empezar un nuevo curso escolar y no ha habido tiempo, por lo que escucho cada martes a la Ministra de Educación, a la señora Alegría, siempre sonriente pero con poca efectividad, digo que no veo ningún argumento en forma de Decreto o de normativa en el área de su primera competencia como ministra del ramo, que haga referencia a cómo poner en práctica la inclusión del colectivo de discapacitados en las aulas normalizadas. Creer que con suprimir los colegios de Educación especial y matricular dichos alumnos en los centros de Primaria, Secundaria o FP, ya está todo normalizado, o se ha llevado a término la tan cacareada inclusión social, es como creer en un nuevo tipo de milagros, que yo llamaré ««milagros de la Moncloa»». Para los más frágiles, la mejor inclusión social viene de alejarlos de las garras de sus coetáneos (bullying). ¡Menos juergas escolares y más justicia y respeto personal, desde la infancia hasta la universidad!

¿Ha pensado la ministra de educación y su equipo en duplicar las plazas de maestros especializados en pedagogía terapéutica para atender dignamente a los menores con discapacidades y no reventar al profesorado actual, que bastante tiene con sacar a delante el número de alumnos asignados por ley? ¿No sabe usted que los niños y niñas con discapacidades en el proceso de integración social y, más en el escolar, necesitan unos apoyos especiales, y si no los tienen y usted los junta sin ayuda de profesionales adecuadamente formados e incentivados, la integración se puede convertir para la mayoría en un estrepitoso fracaso humano y escolar, amén de resultar frustrante para el profesorado, que verá cómo su trabajo no consigue las metas más elementales y esperadas por la sociedad?

Señora Ministra, o se pone usted a trabajar en el Ministerio de Educación, por el que cobra un sueldazo inmerecido, o preveo un curso con frecuentes rogativas a la Virgen de la Alegría ante la Moncloa, esperando el milagro monclovita.

Item más, señora Ministra: ¿cómo van a empezar el nuevo curso las criaturas de cero a tres años? ¿Ha preparado usted al personal, ha reunido a las cabezas pensantes de su departamento para que cuiden con esmero a las criaturas separadas antes de tiempo de sus mamás? Si aún no se han reunido y cree, como en el caso de los discapacitados, que basta con un Decreto y todo estará hecho, le auguro otro nuevo patinazo, de consecuencias impredecibles a no muy largo plazo: trastornos en las madres, en las familias y en las criaturas. Bueno, creo que su colega y Ministra de Trabajo se sentirá orgullosa diciendo que las madres primerizas ya pueden irse al trabajo, libres de sus pequeños retoños, a los que otras madres de sustitución las amamantarán con la leche que les den…, leche ministerial, por supuesto, aunque no sé si entera o desnatada. Yo, si me permite un consejo, les daría leche de cabra o de burra. Es la mejor leche para los bebés cuyas madres tienen que irse a trabajar, sin posibilidad de cuidarlos ni amamantarlos, según consta en las crónicas de todos los hospicios de España, Europa y parte de la América hispana; no se lo tome a mal, ni a broma; hágame caso y empiece a subvencionar los rebaños de cabras (a sus pastores, me refiero) y a los criadores de burras, porque esta familia de équidos escasea, cada día más, entre los cuadrúpedos, si bien aumenta entre los bípedos con mala leche, lo cual puede incapacitar a éstos para el cuidado infantil. ¡Téngalo en cuenta!

Se lo explico con palabras sabias del Dr. Rof Carballo: ««El hombre es la expresión concreta, a la vez espiritual y carnal, del amor que ha recibido»». Nuestros niños de hoy serán los padres de los hombres del mañana; pero, contrariamente a lo que sucede con los mamíferos superiores, los seres humanos nacemos todos con una prematuridad cercana a los 12 meses; ese año que nos da paso de la placenta materna a la placenta social, (exterogestación), sigue necesitando del contacto físico y del calor materno en familia, para madurar adecuadamente. Paguemos un sueldo a las gestantes, hasta al menos dos años, con ello ahorraremos en salud mental y física de las madres y de los neonatos. No me cansaré de repetirlo. Los pediatras lo saben de sobra. Para cuidar adecuadamente los bebés de cero a tres años, no vale cualquiera; es necesaria una preparación y un cuidado exquisito para su correcta maduración psicoafectiva; en caso contrario gastaremos una fortuna millonaria en salud mental y en cuidados médicos, con escasas posibilidades de éxito.

Todo ser prematuro, y desde el homo erectus sapiens, todos los humanos venimos al mundo con esta fragilidad y moriríamos ««si no hubiera surgido en la hembra del homínido un singular incremento de la tendencia tutelar maternal»». ¿Será usted, Sra. Ministra, la Gran Madre propiciadora del amparo maternal o la Madre terrible, cual nueva Circe, capaz de convertirnos en cerdos a cuantos deseamos crecer y descansar en nuestra Ítaca hogareña y familiar, salvando los peligros de Escila y los remolinos de Caribdis? En sus manos estamos, contra nuestra voluntad. Lea e ilústrese, por su bien y el de todos nuestros infantes, necesitados de madre y no de nodrizas externas, sólo aptas para el hospicio, cuando no queda más remedio.

Como quiera que hoy deseo ser positivo y altruista, le voy a ofrecer una ayuda; le presento un especialista colega mío de profesión que, de educación infantil, sabe más que usted y, por supuesto, más que yo. Se trata del profesor D. Isidro García Getino, leonés él y muy rodado en el arte educativo. Este profesional, hace unos 10 días, nos ha presentado en esta misma sección del periódico, dos breves páginas (no se sofoque al leerlas, señora Alegría), con un esquema educativo para los pequeños de 0 a 7 años, páginas dignas de ser estudiadas y tenidas en cuenta para no equivocarnos en el delicado mundo de la educación nacional, empezando por los infantes.

A pesar de que varios amigos y lectores del periódico me dicen que usted no tiene tiempo para leer lo que escribimos en provincias, estoy seguro que alguno de sus numerosos consejeros o asesores le harán llegar recortes como el que hoy le dedico, deseando que valore de verdad la atención y la educación de los más pequeños y de los discapacitados.

Esto es lo que debería tenerse en cuenta para una buena integración social: cuidar con esmero la educación en todos los niveles y la formación especializada de los profesionales que se dedican a esta labor digna de todo encomio. No prestarle una especial atención desde las directrices ministeriales, es crear las bases para que aumente a pasos agigantados el número de los excluidos, de los marginados y de los analfabetos. Una juventud bien educada es la primera y mayor riqueza de cualquier país y eso quiero para el nuestro. Los mal educados y poco queridos se manifestarán siempre como excluidos y excluyentes. ¡Ojalá no tengamos que lamentarlo!

¿Ha pensado la ministra de Educación y su equipo en duplicar las plazas de maestros especializados en pedagogía terapéutica para atender dignamente a los menores con discapacidad?