Diario de León

TRIBUNA

Prisciliano Cordero del Castillo.  Sacerdote y sociólogo

Grandezas y miserias del papa Francisco

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Una vez más a vueltas con el papa Francisco y con las cosas que dice y hace. Las últimas actuaciones o declaraciones de Francisco están dando mucho que hablar y han molestado a muchas personas: a los ucranianos, al sugerir que la invasión rusa de ese país fue provocada por la OTAN, exhortando a los jóvenes rusos a «nunca renunciar a [la] herencia» de sus líderes históricos como Pedro el Grande, y al decir que Ucrania debería tener el coraje de izar la bandera blanca, lo que fue entendido por el pueblo ucraniano como una invitación a rendirse ante su opresor. En la misma línea, el papa pareció adelantarse a un grupo de estudio del Vaticano sobre la cuestión de las mujeres diáconos al decir que no habría ordenación de mujeres al diaconado. Pocos días después, la prensa italiana informó que el papa, en una reunión a puerta cerrada con obispos italianos, había utilizado una palabra hiriente, un insulto, al hablar de los homosexuales. La disculpa del Vaticano fue para aquellos que «podrían haberse sentido ofendidos por el uso de un insulto reportado por otros», en lugar de simplemente asumir la responsabilidad por lo que dijo y calificarlo como incorrecto.

A los comentarios sobre Ucrania, las contradicciones en torno a las mujeres diáconos y las palabras hirientes a los homosexuales, se podrían añadir nuevas intervenciones poco afortunadas. Francisco en repetidas ocasiones ha hecho bromas sobre las «solteronas», las «suegras» y las mujeres «chismosas». En estas ocasiones, el papa Francisco parece no darse cuenta de que sus palabras y acciones han preocupado y lastimado a mucha gente.

Tal vez alguien tendría que aconsejarle que cuide más sus entrevistas e interlocutores, que deje de hablar espontáneamente, que se centre más en su rol de papa y deje para otros el chismorreo. Pero me temo que él no va a cambiar, que va a seguir hablando «espontáneamente», que no va a ser como otros líderes mundiales religiosos y políticos, que son más discretos, cautelosos y diplomáticos.

Esas actuaciones, tal vez no muy acertadas e inoportunas, no pueden dejar fuera de nuestra consideración todo el bien que Francisco está haciendo a la iglesia y a la sociedad en general. Definir a una persona por sus errores humanos simplemente no es una forma honesta de entender su personalidad y su historia de vida. De hecho, el papa, con sus tres encíclicas: «Lumen fidei», sobre la fe desde la teología católica, «Laudato si», sobre el medio ambiente y el desarrollo sostenible, y «Fratelli tutti», sobre la fraternidad y la amistad social, ha pronunciado palabras que han sido un bálsamo de misericordia una y otra vez para millones de personas durante más de 11 años y se ha convertido en una de las voces más creíbles del mundo.

El papa Francisco es uno de los mayores defensores del cambio climático, ha abogado por los refugiados, los pobres, los marginados, los abandonados en una sociedad «desechable». Estos hechos no son discutibles. Ha sido extraordinario, y su reorientación de la iglesia hacia los fundamentos del cuidado de «los más pequeños», como lo hizo Jesús, ha tenido gran impacto en todo el mundo. En momentos como este, la iglesia necesita un papa que se centre en la figura de Jesús y vuelva a los orígenes de la iglesia, como lo está haciendo Francisco.

De esto es un claro ejemplo su presencia en la última reunión del G7. La participación del papa Francisco en la cumbre del G7 en Apulia, Italia, no solo es histórica sino que también revela la alta posición moral que tiene el primer papa latinoamericano en el escenario global y entre algunos de los principales jefes de estado y de gobierno del mundo. Francisco es el primer papa invitado a participar en este foro intergubernamental de alto nivel, fundado en 1975, que reúne a Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos. La Unión Europea también participa en el G7, porque, según el grupo, «está unida por valores comunes y desempeña un papel importante en el ámbito internacional en la defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos».

A su llegada a la Cumbre del G7 en la tarde del 14 de junio, Francisco fue recibido con un cálido aplauso por los Jefes de Estado cuando entró en silla de ruedas en la sala Arena donde se desarrolló la sesión de trabajo. Saludó a cada uno de los líderes presentes con amplias sonrisas. Los jefes de Estado de ocho países (Argelia, Brasil, India, Kenia, Francia, Turquía, Ucrania y Estados Unidos) habían solicitado reuniones privadas con el papa, al igual que el jefe del FMI. Ningún papa ha tenido jamás tantas reuniones bilaterales de alto nivel. Además de los encuentros bilaterales, el papa participó en la sesión de trabajo del G7, donde pronunció el discurso de apertura sobre la Inteligencia Artificial, a la que calificó como «una herramienta apasionante y temible». Su presencia entre nosotros «representa una verdadera revolución cognitivo-industrial, que contribuirá a la creación de un nuevo sistema social caracterizado por complejas transformaciones de época», dijo el papa. A continuación destacó la importancia vital de que los seres humanos controlen esta herramienta y dijo: «Condenaríamos a la humanidad a un futuro sin esperanza si quitáramos a las personas la capacidad de tomar decisiones sobre sí mismas y sus vidas, condenándolas a depender de las elecciones de las máquinas. Concluyó su intervención enfatizando la importancia de una «política sana» para supervisar el desarrollo de la inteligencia artificial, «para que podamos mirar nuestro futuro con esperanza y confianza».

El bien que está haciendo el papa Francisco no puede quedar eclipsado por algún comentario espontaneo y poco afortunado. Francisco siempre será recordado como una voz de misericordia y esperanza para personas de todo el mundo.

El papa Francisco parece no darse cuenta de que sus palabras y acciones han preocupado y lastimado a mucha gente
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