La literatura como arma en la vida
M i lucha’. Así se llama el monumental proyecto literario del escritor noruego Karl Ove Knausgård . El título es una primera declaración de intenciones ya que no pretende escapar a la polémica al llamarse igual que la obra escrita por Adolf Hitler. Pero no nos confundamos, el panfleto del líder nazi, como tantos otros libros relacionados con las ideologías o la política, iba de algo muy distinto. Y llegando a este punto, siempre me gusta citar esa frase que leí no sé dónde pero que siempre recuerdo y me encanta. «No se trata de cambiar el mundo como decía Marx, sino de cambiar la vida como decía Rimbaud». Y esa es la lucha de Karl Ove, su propia vida con la que ya tiene bastante.
Tambin he leído en algún otro sitio que esta Mi lucha , compuesta por seis volúmenes de unas no menos de quinientas páginas cada uno, es una de las primeras obras maestras de la literatura del siglo XXI. Quizás no llegue a tanto pero lo que sí puedo decir es que, en lo que a escritores de los últimos tiempos se refiere yo solo vengo siguiendo a tres de forma constante: Al recientemente fallecido Paul Auster, al francés Michel Houllebecq y ahora a Karl Ove. De los dos primeros tengo que decir que me han decepcionado algunas de sus últimas novelas (4,3,2,1….o Sumisión) . De Mi lucha , restándome uno de los tomos por leer , aún no lo ha hecho ninguna.
Cada libro de Mi lucha lleva un subtitulo ( La isla de la infancia, un hombre enamorado…) y abarca unos cuantos años de la vida de Karl Ove. Es un poco como «En busca del tiempo perdido» de Proust. ¿Es posible tener tanta memoria? ¿Acordarse de tantos olores, gestos, paisajes, caras, sensaciones, sobre todo sensaciones, de tanto tiempo atrás? Lo ignoro. Y el caso es que me da igual. Aunque todos estas obras tienen altibajos lo que me provocan es una tremenda empatía. Y eso me hace disfrutar. Al final creo que es lo que busco cuando leo, cuando veo una película o contemplo una pintura. Sentir una especie de deja vu, una bofetada o una caricia que me saquen de mí mismo y que me hagan ver de forma distinta la casi siempre decepcionante y previsible rutina.
Ese es el tema central de la obra de Knausgård. La convivencia y la lucha contra la rutina, es decir, contra la vida.
El último tomo que he leído de Mi lucha es la razón por la que escribo estas líneas. Se trata del número cinco y se subtitula Tiene que llover . El contexto abarca los veinte y primeros treinta años del autor. Tiempo de dudas y de formación a todos los niveles. Personal y profesional. Tal vez por eso las vivencias de este libro están tan llenas de ritmo y de vitalidad. Las calles de la ciudad de Bergen son el decorado donde a cada vuelta de página puede pasar cualquier cosa porque a esa edad ¿Y por qué no a todas? las posibilidades son infinitas.
Karl Ove quiere convertirse en escritor, gozar de la amistad, de la familia, del amor… pero el camino para logarlo y ¿Tal vez descansar? Nunca acaba. La felicidad y la depresión, los fracasos y los triunfos se suceden de forma interminable. No existen treguas ni cuartel. Es una guerra en la que probablemente no haya victoria o derrota definitiva. Lo único seguro es que después de cada batalla, el capitán insatisfacción renovará su lucha persiguiendo a ciegas un final que se intuye tan desconocido e inaprensible como lo era la captura de la ballena Moby Dick.
Durante su personal odisea Knausgård, como todo soldado o guerrero, se acompaña de algunos recursos o armas: la música, el alcohol y principalmente,como no, la literatura que utiliza constantemente. Bien sea para refugiarse momentáneamente, bien para saborear más las victorias o para asimilar y superar las derrotas. Un sorbo, un respiro y luego, de nuevo, a lanzarse a la incertidumbre de la próxima batalla.
En una reciente entrevista la dramaturga catalana Angelica Lidell decía que no se suicidaba porque después no podría escribirlo. Tanto ella como Karl Ove entienden la vida y la literatura de una manera radical. No cesan de leer y escribir, de luchar, de conquistar, de vencer o de ser derrotados y perder. Se parecen a los verdaderos rockeros ¿Habéis escuchado El Rompeolas de Loquillo, no? Pues lo mismo. Lo contrario de vivir o de luchar sería descansar y mirar al mar. Pedir un armisticio. No pelear y ser neutral como lo serás toda la eternidad.