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TRIBUNA

Jesús Martín Ramos DOCTOR EN HISTORIA

En recuerdo de la Guerra de la Independencia (1808-14)

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La contienda en España es un hecho más de la actividad militar napoleónica en Europa. León fue una de las primeras provincias que respondieron al grito de lucha contra los franceses. El Ayuntamiento hizo grandes esfuerzos para armar a los voluntarios que estuvieron dispuestos a enfrentarse a los invasores, constituyéndose un numeroso batallón de soldados en el Campo de San Francisco, en pleno centro de la ciudad, y de gran antigüedad. Muchos de ellos participaron en la batalla de Medina de Rioseco, en la que los españoles dirigidos por el general Cuesta, fueron derrotados el 14 de Julio de 1808. Después del combate numerosos soldados leoneses se refugiaron en Astorga, dirigidos ahora por el general español Blake donde el inglés Moore, procedente de Portugal, estableció también su cuartel general cuando vino a ayudar a los españoles. En las Navidades de 1808, los ingleses se establecieron también en otras poblaciones leonesas (Benavente, Valencia de Don Juan, Palacios de Valduerna, etc.).

Napoleón, viendo la derrota de Bailén (Jaén) el 16 de julio de 1808, la resistencia de todos los pueblos de Castilla y de León y la ayuda de los ingleses, vino a España persiguiendo a los anglosajones y estableció también su cuartel general en Astorga, donde el 1 de enero de 1809, organizó un poderoso ejército que dejó en manos del mariscal Soult al tener que regresar a París al enterarse que el zar ruso le había declarado la guerra. En realidad, los invasores sintieron una gran obsesión por esta localidad en sus campañas por el noroeste peninsular. Todo el año la provincia estuvo ocupada por los ejércitos galos que cometieron infinidad de tropelías en todos los aspectos, profanando y destruyendo no sólo los archivos, sino también, importantes obras de arte como en la Catedral de León donde muchas de sus obras artísticas, fabricadas con metales preciosos fueron robadas. Gran cantidad de las existentes, para que no fueran expoliadas, se enviaron a Inglaterra de donde nunca más volvieron a causa de la desidia del futuro Fernando VII como se ha demostrado históricamente. Algo similar podría decirse de la Colegiata de San Isidro y otros destacados monumentos.

Los guerrilleros, brigantes, como los llamaban los franceses, hicieron pronto acto de presencia como en todas las provincias españolas, entre ellos: Porlier, Castañón, Atanasio (‘El Manco’) o Sotorraso, apodo que le dieron los invasores, al que tenían verdadero miedo por su audacia. El coronel Mier y algunos otros militares, siguiendo la misma táctica que los guerrilleros Mina y el Empecinado, no dejaban descansar un momento a los correos, convoyes y guarniciones francesas. Anécdotas militares en la provincia fueron numerosas. Recogemos una a modo de ejemplo: el marqués de la Romana contando con la ayuda del inglés Mahy, sigilosamente, se acercó desde Ponferrada y con un cañón de gran calibre que el general Moore perdió al retirarse a Galicia, atacó la guarnición francesa de Villafranca del Bierzo, que contaba con mil soldados, cogiéndolos de sorpresa. El éxito fue rotundo pues su rendición se produjo el 17 de marzo de 1809. En el transcurso de la guerra, durante los meses de 1812, la escasez de alimentos fue tan grande tanto en España como Portugal, también inmerso en la contienda, que fue calificado de «el año del hambre». En la ciudad de León, se corrió la voz entre sus habitantes, de que «no se encontraba una hogaza de pan, por todo el dinero del mundo, ni en las zonas rurales».

Mucho, indudablemente, se puede decir de estos seis terribles años, sin embargo, no se puede omitir el nombre de algunos de los contendientes: David Baird, marqués de la Romana, José Mª Santocildes (brigadier astorgano)... (españoles); Wellington (inglés), etc.; Junot, Ney, Bonnet, etc. (franceses); sin olvidar el nombre de José Hervás, considerado afrancesado y colaborador en la Corte del rey intruso José I, hermano de Napoleón Bonaparte.

Los leoneses manifestaron su oposición a los invasores de muchas y variadas formas, no sólo a nivel militar, sino también, con la burla y el sarcasmo, así del general Bonnet, último oficial francés que estuvo en la capital hasta noviembre de 1811, decían: «Cuando el general Bonnet/ metió sus tropas en Asturias,/ momo era tuerto de un ojo,/ no miraba a las alturas».

León fue una de las primeras provincias que respondieron al grito de lucha contra los franceses. El Ayuntamiento hizo grandes esfuerzos para armar a los voluntarios