TRIBUNA
El caballo de Abascal se encabrita: consecuencias
En las elecciones generales de noviembre de 2019, Vox, el partido fundado por Santiago Abascal, obtuvo el 15,21% de votos que se tradujo en 52 escaños en el Congreso. Eran tiempos de optimismo, y es cierto que las expectativas eran aún más positivas y alentadoras, pues se hablaba incluso de 60 escaños o alguno más. Fuimos testigos de unos mítines a lo largo de toda España (Valencia, Coruña, Valladolid, Oviedo) donde Abascal levantaba oleadas de fervor y entusiasmo. Luego, es cierto, los resultados parecían no corresponderse con el mensaje que el partido derechista lanzaba a las masas.
Desde entonces acá, el partido de Abascal ha ido dando tumbos. Tanto es así, que aquella cosecha de 52 escaños se ha convertido en una ridiculez de 33 asientos en el Congreso de los Diputados, y las expectativas son poco halagüeñas para Vox habida cuenta de los traspiés que lleva dando desde julio del año pasado a las fechas actuales.
La última ocurrencia (bufonada más bien) ha sido la de romper amarras con el partido Popular a cuenta del reparto de menas entre las Comunidades Autónomas. El motivo se nos antoja de muy poca enjundia en comparación con el roto que ha producido en las filas de la derecha. Sesudos analistas políticos y botarates de las filas del Partido Popular (que los hay en cantidades notables) celebran este arranque del caballo de Abascal sin riendas que lo sujeten. Se dice (dicen) que de esta manera Feijóo se verá libre de que su nombre y el de su partido se asocie a la ultraderecha.
Sabido es que la derecha española es remilgona y acomplejada, todo lo contrario de la izquierda ultramontana, que carente de escrúpulos se alía con el diablo mismo si esto le lleva a la consecución de sus objetivos.
Sánchez es un ejemplo palmario e indiscutible de un Maquiavelo pertinaz subido al podio del desacato, el desaire, la corrupción y el libertinaje político más abyecto aplaudido por ejemplares de la calaña de Bolaños, Marizú (Montero), Pumpido, Marlaska, Puente, Pilarín, Pachi y un largo etcétera de monaguillos y correveidiles que cacarean sin recato alguno las consignas emanadas de las covachuelas de Moncloa. Pero a pesar de la desvergüenza que Sánchez maneja sin despeinarse, la verdad se impone, y esta izquierda cainita logra poco a poco imponer soflamas, criterios, mensajes y en definitiva alcanza objetivos propuestos.
Mientras, Feijóo trata de llevar el agua a su molino con cadencia, prudencia, recato y magnanimidad. Esa fragilidad de consignas y de acción se traduce en debilidad y en mensajes de escaso calado. Una corte de sorayos se ha instalado por las plantas de Génova y la larga y maligna sombra de Mariano y Soraya parece reflejarse en las paredes de las salas de reuniones y en el trasfondo de los despachos. La espantada de Abascal, impuesta a rajatabla manu militari, ha causado asombro, disgusto, resquemor e indignación mal contenida.
De esta suerte, Carlos Mazón (Aragón), Jorge Azcón (Valencia), López Miras (Murcia), Mañueco (Castilla y León) María Guardiola (Extremadura) y Marga Prohens (Baleares) han tenido que recomponer sus respectivos equipos a toda velocidad y taponar la herida que ha producido la coz del caballo de Abascal.
Hay que ser sinceros, virtud ésta de la que carece el 99% de los políticos: la mayoría del Congreso para establecer directrices de Gobierno son 176 diputados. En el momento presente, el Partido Popular, aun soplando viento fuerte de cola, podría llegar a la cifra mágica de 160 escaños; sobrepasar esa barrera nos parece ciertamente una utopía De producirse este hecho, Vox habría perdido la mitad de sus escaños en el Congreso que habrían pasado en buena medida al PP.
Pero las cuentas no salen. Vox lleva camino de convertirse en testimonio, siguiendo los pasos de sus antecesores en maniobras similares, véase Ciudadanos y anteriormente UPyD.
Destrozar el gobierno de cinco comunidades autónomas en base a motivaciones pueriles y carentes de fundamento serio pone a la derecha en una situación más que difícil. Sánchez lo celebra, ya que él, sujeto carente del mínimo pudor, pacta con quien fuese para seguir a los mandos del Falcon. Abascal va de erre en erre. Ha repudiado a la italiana Giorgia Meloni y se ha abrazado a Marine Le Pen y Viktor Orbán, que no tienen disimulo en sonreír las atrocidades de un miserable como Vladimir Putin.
Es indudable que la espantada del caballo de Abascal va a traer consecuencias más pronto que tarde. Al tiempo.