TRIBUNA
Una pica en Stuttgart
Saben mis lectores que no padezco de hispanorrea, es decir, de españolismo. Esa creencia (o dolencia) tan popular de que lo español es «cojonudo» no es parte de mis convicciones. Muchas veces he expresado mi repulsa por la historia que padecimos, el Gobierno que tenemos o las costumbres que nos singularizan.
Mi repulsa es de la naturaleza de la del pobre hijo que debe soportar a una madre perdida. Su desafecto es la resulta del desamparo que ha sufrido por las desviaciones del ser que le dio la vida. La nación es una madre para quien la habita. Nos lleva en su seno como la mujer al nonato. Los nacionales son los nacidos de esa tierra. Y lo mismo que no elegimos a la madre no elegimos la nación que nos cobija. Puedes detestar a tu madre pero siempre la amarás y querrás redimirla porque tu propia vida es un regalo de ella.
Por eso, me emociono cuando mi nación hace algo realmente meritorio. un progreso económico, un éxito diplomático.. o un triunfo deportivo. Porque el deporte es la secuela simbólica de la competencia bélica de tiempo antiguo.
He vivido con expectación la triunfal trayectoria del equipo nacional del deporte rey en la Eurocopa. No me interesa el fútbol y he expresado mi desdén por lo que tiene de culto, o de síndrome, que llamo futbolemia. Pero desde que en la pantalla de mi móvil apareció el titular del 3-0 a Croacia, hace dos semanas ya sentí una viva curiosidad por saber que estaba pasando porque era algo insólito,
Y después de saborear en Youtube la excelencia de los goles de ese equipo que llaman a «la roja» y a mi gusta llamar «la colorá», quedé perplejo ante los nombres de sus componentes. Dos apellidos franceses, uno italiano, otro inglés, otro marroquí. Un equipo plural, un combinado mestizo de esta España híbrida que esta emergiendo de la cantera emigraciónal. Los resultados que han seguido a este éxito inicial han sido una carrera triunfal, nunca antes vista. Cuyo epítome se culminó ya en Stuttgart, al tumbar a un tricampeón del Mundo en su feudo, una hazaña de titanes.
Este equipo armado por un trainer modesto que saber elegir y deja crear es el remedio mágico que ya probó el marqués Del Bosque y que saboreamos en Sudáfrica. Este equipo es superior a todos en técnica, vigor, frescura, ambición, unión, creatividad. Lo ha dicho un medio de postín y el encuentro final, ese España-Inglaterra, nunca antes probado, fue el epílogo majestuoso de esta traca vibrante de las dos semanas previas.
En última instancia, los beneficios sociales de la singladura de este equipo que ha enamorado al mundo, con ese adolescente que lo lidera, son ciertamente notables y por ello dignos de registro. Mejora de la autoestima personal, aumento de la productividad laboral y claro esta, de la tasa de natalidad de millones de sus seguidores.