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Sin querer, inevitablemente, el escritor cosechaba enemigos. Cada artículo, certero y solvente, era tan culpable que lograba por cada admirador una legión de difamadores. La honestidad, la sabiduría, la experiencia, la sensibilidad, el servicial afán de mostrar la verdad en aras del bien común propiciaban demasiadas envidias.

El escritor vocacional, sin ganas de premios ni fama, se mostraba como «un libro abiert» cuando decía: leo mucho, desde niño, y como buen observador descubro los tejemanejes de los que redactan al dictado para defender intereses personales y de grupo, pretendiendo dar lecciones sobre asuntos que no dominan, como es el caso de la economía, el mundo empresarial, y el futuro que les espera a las nuevas generaciones.

El escritor, después de haber publicado artículos en la «intimidad», es decir, para revistas de los sectores productivos en los que prestaba sus servicios profesionales, había decidido, años después, decirle a sus queridos paisanos haber sido él un experto en contabilidad analítica, obligado, además, a pelear con grandes genios y auditoras prestigiosas como Price Waterhouse, Cooper Lybrand (hoy PwC), Arthur Andersen, Ernst Young, Deloitte.

Como consecuencia de esta larga experiencia en la cruda realidad económica-financiera-empresarial y también en su practicada vocación poética, a veces resultaba odioso para algunos que, con excesivo afán de protagonismo «literario», querían demostrar lo mucho que sabían de Alemania, del Reino de León, del sexo de los ángeles.

El escritor, como buen quijote, «tiraba de las orejas» a los «mandamases salvadores padres de la patria», incapaces de modificar sus lamentables comportamientos, y les decía: endeudarse para gastar más, no para invertir con lógica y cabeza buscando rentabilidad, es un vicio, peligrosísimo e injusto, que nos esclaviza a nosotros y a nuestros herederos. Es malo el endeudamiento privado, individual, y mucho peor el público, colectivo.

Gastar más de lo que se ingresa sólo puede permitirse como cosa muy excepcional, coyuntural, pero jamás como «sistema de vida». Lo sabemos muy bien los que hemos sido honestos y eficientes en el sector privado productivo y competitivo, que no necesitaba subvenciones, que sí creaba empleo, riqueza, y pagaba impuestos. Desgraciadamente, en economía, como en tantas otras cosas, la voz cantante, en los follones de las televisiones, la llevan «expertos» que aparentan saber de todo y se atreven a criticar y dar lecciones incluso a empresarios, autónomos y emprendedores.

El escritor había escrito: los premios manchan, y es tan corrupto el tiralevitas que lo recibe como el político que se lo regala. Pena dan estos «intelectuales» atrapados en sus contumaces ambiciones, que no defienden la verdad ni a los humildes: sólo quieren fama y dinero.

El escritor genial, sin premios, como el gran Cervantes, tenía a gala ser un patriota auténtico que amaba tanto a España que hasta se emocionaba escuchando el Himno Nacional, o sea, como un «facha de mierda» (así se expresan algunos «intelectuales»), que llevaba orgullosamente la bandera nacional en la solapa de la «americana» (americana pagada con dinero ganado con honradez), pero tropezó con un «mandamás» que le espetó: «vas provocando, no te lamentes si te agreden». El «representante del pueblo» se arrugó cuando el escritor español, pacífico, se limitó a contestarle: «deberías intentar lavarte la bocaza y las entrañas, sueltan un hedor que apesta».

La memoria del escritor de verdad, ya no estaba para muchas galopadas, pero seguía cabalgando, a trote lento, parándose a contemplar los caminos recorridos, la triste ausencia de los amigos fallecidos, la hemeroteca del Diario de León que en fecha 28-7-2016, informaba: «Ayer, el Pleno de la Diputación Provincial de León, aprobó, por unanimidad, reclamar al Museo de León la cesión de la Cruz de Peñalba y su retorno al Bierzo». El Bierzo, pobre Bierzo, que quiere ser «marca de calidad» y puede acabar siendo una fea y dilatada cicatriz, un costurón de torres eólicas, placas solares y montones de basuras contaminantes.

El escritor, tan rarito él, disfrutaba haciendo el bien y aconsejaba escuchar música española, emocionante, impresionante, maravillosa, como «España Cañí», «Pasodoble Gallito», «Gerona», «El gato montés», interpretados por la Deutsche Radio Philharmonie, magistralmente dirigida por el inglés Karen Mark Chichon.

Todos debemos disculpar que el escritor haya escrito tantas veces la palabra «escritor», pero es que no hay político que no quiera serlo, o por lo menos aparentarlo, e incluso personajes ricos y poderosos son muy desgraciaditos si no han publicado un libro, un libro escrito por otro, claro.

Y como el escritor ha demostrado, sobradamente, que es un ancianito inofensivo que chochea (chochear no es ir de chochos), en aras de la sagrada libertad de expresión se va a permitir la ligereza de poner aquí, para que se diviertan, estas dulces y cariñosas «fruslerías» o «naderías»:

«Muchísimo mejor las puritanas desatadas que las disolutas agotadas».

«Amigas mías: Hay cuestiones en las que me complacen todas las posturas, soy muy tolerante».

«En el amor pongo tanta pasión que no tengo compasión, el día de San Valentín descanso».

«Hasta me dejaría asfixiar por ti con tal de sentir tus dulces manos en mi cuello».

«El chaval buscaba una chica lista para hacer el tonto, y se encontró con una tonta que se hacía la lista. Dicen que sucedió en Calamocos, pero yo no lo creo».

«Duele saber que he pasado de la alegría de tus pechos a la tristeza de tus despechos».

«Toda mi luz procede de tus ojos».

«Perdóname si me pides amor y me paso de la raya, no tengo dosificador ni soy un cuentagotas».

«Las morenas, igual que las rubias, también pueden ser pelinrojas».

«Si son bonitas, simpáticas, inteligentes y cariñosas, me encantan por igual las lacónicas y las «jamónicas». ¡Dios me conserve el buen gusto literario!».

«La mala praxis política ha convertido la clase media en calcetín que no llega ni al tobillo».

«Queriendo ser un «crack» se ha convertido en un «cracknalla».

«Si dejara de soñar me perdería».

«Perdonen si alguna vez se me nota que soy genial, no siempre consigo disimularlo».

«Lo que amamos de verdad no podemos dejarlo en manos de cualquiera».

«Me disgusta pensar que mis queridos libros pueden caer en malas manos».

«Lamento que don Anselmo, el párroco de Puente Viejo, no haya sido santificado. Ya no hay curas así».

«Los hay que se tiran al monte, yo a la montaña».

«Me atemoriza no tener miedo».

El escritor ya no está para muchos trotes, pero es hijo del camino, del Camino de Santiago, y lo va recorriendo encantado, sin prisas, siempre adelante, ¡Ultreya!, disfrutando de bellos paisajes y del afecto de buenas personas, hospitalarias, como el amigo Antonio Soto Rico, popular villafranquino conocido como ‘Toño Panete’, que desde su servicial Ultreia entrega su amistad combinada con deliciosos manjares gastronómicos. Por si no fuera suficiente, baila los gigantes, toca en la rondalla, y todos los días lee Diario de León.

«El Cristo de la Esperanza sabe que Villafranca es mi templo, mi devoción, mi gracia».

Con toda Burbialidad.

El escritor había escrito: los premios manchan, y es tan corrupto el tiralevitas que lo recibe como el político que se lo regala. Pena dan estos «intelectuales» atrapados en sus contumaces ambiciones, que no defienden la verdad ni a los humildes: sólo quieren fama y dinero