TRIBUNA
El bienestar y la soledad, retos para los mayores en nuestra sociedad
Los adultos mayores de hoy son los más afortunados y también los más solitarios de la historia. La realidad es esta: los ciudadanos españoles de la tercera edad son afortunados. La mayoría de ellos lo perciben a diario. Y si alguna vez lo olvidan, otros se lo recuerdan, como sus familiares que viven lejos, mediante llamadas telefónicas y correos electrónicos, y los medios de comunicación que informan sobre los supuestos beneficios que disfruta la tercera edad. Esta es la primera generación que puede disfrutar de residencias confortables para personas mayores. Muchos de ellos también admiten que sus finanzas son razonablemente buenas debido principalmente a las pensiones y a los beneficios de la Seguridad Social. También son conscientes de que, muy probablemente, esta sea la última generación en la que se cuente con esta protección social.
Y aunque la atención médica últimamente ha empeorado, también es innegable que la esperanza y la calidad de vida han mejorado gracias a los recientes avances en la medicina, la alimentación y la higiene, tanto pública como privada. Así que realmente son la generación de ancianos más afortunada hasta la fecha.
Pero no todo es positivo en la tercera edad, pues gran parte de la generación actual de personas mayores debe hacer frente a que sus familiares vivan lejos. La movilidad social y demográfica impuesta por la globalización ha hecho que muchas de las personas, principalmente aquellas con estudios universitarios, a menudo se tengan que mudar de sus ciudades de origen para seguir sus estudios o comenzar su trabajo profesional. También la globalización ha destruido gran parte de la vida familiar. Los ancianos pueden acabar privados de todo contacto cercano o comunicación rutinaria con los miembros más jóvenes de su familia. Los ancianos que ahora están viviendo en las residencias para personas mayores, cuentan con buenos servicios y reciben toda clase de cuidados, pero por parte de desconocidos. En algunas residencias para personas dependientes, la mayoría de los residentes son frágiles, discapacitados o carecen de memoria. Aquellos que aún mantienen cierto grado de movilidad física y mental a menudo observan desde la barrera en silencio y con miedo la anticipación de su propio futuro.
En las residencias o en la propia casa, la falta del ingrediente vital de la juventud es un contratiempo importante. Las conversaciones que se oyen a diario no son de risas ni de amor, sino de problemas médicos y de la falta de cariño de la familia. Ante esta situación, una elección fácil es rechazar cualquier interacción y buscar el aislamiento, que pronto se convierte en otro factor que contribuye a la soledad. Esta generación es, sin duda, afortunada, pero al mismo tiempo solitaria. La generación de la posguerra puede ser recordada por los grandes logros de bienestar conseguidos, pero también por el alto precio que tiene que pagar: la soledad.
De todos modos, dudo que las generaciones futuras tengan que aprender la misma lección sobre la soledad, o que las residencias para personas mayores que ahora abundan en nuestro país se llenen en el futuro. Después de que esta generación se haya ido, la inteligencia artificial seguramente determinará un método más rentable para atender a la tercera edad.