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TRIBUNA

Eugenio González Núñez
Escritor

Kamala Harris: «Estoy hablando yo…»

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Sigue ininterrumpida en el mundo la multicolor cadena que, cual arcoíris femenino, habló y sigue hablando de dignidad, igualdad, libertad, derechos políticos y justicia en derechos salariales para todas las mujeres, sin distinción de raza ni condición social.

Escribí este artículo el 23 de octubre del año 2020, cuando Kamala Harris se postulaba para ser vicepresidente de los Estados Unidos. Hoy, lo reescribo con una fecha cercana al mismo mes, pero del año 2024, y Kamala lo hace para ser presidenta del mismo país de América, y hoy, la voz de todas las mujeres marginadas del mundo.

Si ayer enmudeció la voz de Ruth Bader Ginsburg, la «espigadora», modelo de «bondad amorosa», y a la vez la voz más disidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, decidida defensora de los derechos de la mujer y de la justicia, hoy se alzó la voz de otra mujer, la primera mujer negra candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos, para decir, ¡estoy hablando yo…!

Fue, durante el debate del miércoles, siete de octubre, entre el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence y ella, Kamala Harris, nacida en California, de madre india (país), y de padre jamaicano, que «se está levantando como una bandera para niñas y jóvenes negritas», que, a veces, en este país son miradas con poca simpatía y escaso aprecio.

Serena, sin perder la sonrisa, sin que le temblaran ni el pulso ni los labios, y menos el corazón, Kamala, levantó su voz, siempre que fue necesario, para decirle a su contrincante político que le robaba su tiempo, porque «¡estoy hablando yo…!» —le decía Kamala Harris a míster Pence, y escribía yo.

Escuché a Kamala en pie. Sí, de pie, porque realmente me sentía mejor y, sobre todo, porque ella se lo merecía. Una mujer que se atreve a decirle al maleducado vicepresidente de los Estados Unidos, «¡por favor, señor, déjeme hablar, que es mi turno!», merece para mí todos los respetos. Sin perderle de vista, fija la mirada, pausada la voz, una mujer de color, con aplomo, sencillez y valentía, le pedía al segundo mandamás de este país, que se callara y que la dejara hablar a ella, o bien porque la interrumpía, o bien porque, sin hacer caso al moderador, se extralimitaba en su turno, y bien seguro que ella tenía muchas cosas que decirle a él y al pueblo norteamericano —pensaba yo.

«Señor vicepresidente» de este gran país, una dama de raíces lejanas tiene algo que decirle a usted para que se lo trasmita a su jefe y, sobre todo, tiene mucho que contarle al pueblo americano de dignidad, honestidad y, decirlo con franqueza, para que a nadie le quepa duda que estamos ante un momento histórico en el que un hombre sin luces, está sembrando el país de sombras, dudas, mentiras de palabras y obras —le requería ella y asentía yo.

«Señor…», estoy hablando de las cosas que en verdad le preocupan a mi gente: sobre la pandemia que lo asola, matando cada día en torno a dos mil personas. Sobre la honradez en el pago de impuestas para que después redunde en beneficio de todos. La igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. La brutalidad represiva de ciertos guardianes del orden público. Hablo de los proyectos de futuro para crear una salud igual y digna que alcance a todos los ciudadanos. Hablo de justicia y respeto a nuestros héroes más humildes, caídos en combate en arriesgadas y mortíferas guerras. —Le exigía Kamala al vicepresidente Pence para que le pasase la voz al postulado para presidente, míster Donald Trump.

El covid-19, al menos por ahora, ha venido a quedarse, sin saber hasta cuándo. Esta mosca cojonera nos preocupa y asusta, nos atemoriza y aterra cuando visita nuestros hogares, cuando, como invitado de piedra, se alberga en nuestras vidas. ¿Cómo es posible que un presidente pueda decir que fue una bendición haber cogido el coronavirus? —escuchábamos desconcertados las palabras de Trump. Solo me lo explico en palabras de alguien que a su disposición tiene a todos los médicos del país, un hospital sofisticado, unas medicinas que la mayoría de los mortales ni conocemos.

La extendida idea de que Trump es el mago de las finanzas está en cuestión. Este otoño las encuestas, dejan a Trump en la sombra. ¡No tenga miedo, no tengan miedo!, repitió estos días hasta la saciedad. «El covid-19, está a punto de desaparecer», «vergonzoso, imprudente», le dicen los médicos y los científicos más preparados de este país. Pero el hombre no se calla, porque ha perdido «la cordura», si es que alguna vez la tuvo. Los muertos ya no tienen miedo, los vivos, al menos por previsión y prudencia, lo tenemos —pronosticaba Kamala Harris.

«Siempre hay un tiempo que te llega, te prepara y te abraza. Pero si te precipitas, no alcanzarás a verlo con claridad. Ante esto, la mejor decisión es la paciencia, y la mejor herramienta la intuición», para ganar el futuro. Verdades tan grandes como rascacielos, para quienes tienen paciencia, y la intuición, que acompaña a los profetas, los sabios y prudentes, como Fauci —razonaba la mujer sabia y prudente.

«Si pierdo las elecciones, tal vez tenga que irme del país», —anunciaba Trump a bombo y platillo. A lo que mi difunta madre, le respondería, ¡váyase, bendito de Dios, váyase! Perdió las elecciones y nunca se fue, tan solo se quedó para seguir incordiando.

Ni antes, ni ahora, a las bravuconadas de Trump, Kamala Harris no les tiene miedo, pero él todavía debe temer a sus muchas causas pendientes, por las que, en este país, otro ciudadano cualquiera, ya estaría a la sombra, la boca callada y la mano en la oreja.

Hoy, en pleno verano, todo ha cambiado. A 6 de agosto del 2024, es la propia Kamala Harris la que se presenta ante el tortuoso, siempre ambicioso y nunca omnipotente Donald Trump, apoyada ahora por el belicoso gobernador de Minnesota, Tim Walz, de 60 años de edad. Un educador retirado, a quien Kamala Harris ha elegido para compartir como vicepresidente, en su carrera a la Casa Blanca. «La voz más poderosa (y progresista) del pueblo trabajador», «un compañero ideal, y un líder íntegro». Estas son las primeras pinceladas para «pintar» al posible futuro vicepresidente de los Estados Unidos, al que acompañan virtudes como la sencillez y la alegría, la fraternidad y la lucha por la libertad.

Hoy Trump, un tanto desorientado, quiere llevar a su contrincante Harris a la cadena Fox, «el zorro», para cantarle las cuarenta, pero la maniobra puede salirle cara, olvidando que a maniobras siempre es más hábil la mujer. «Si tú tienes algo que decirme, dímelo a la cara», —le afrontó Kamala días pasados, porque, «ni insulta ni enseña, quien quiere, sino quien puede», que a algunos machos les pierde la lengua, y a muchas sencillas hembritas les salva la armonía de cerebro y corazón.

Ni antes, ni ahora, a las bravuconadas de Trump, Kamala Harris no les tiene miedo, pero él todavía debe temer a sus muchas causas pendientes, por las que, en este país, otro ciudadano cualquiera, ya estaría a la sombra, la boca callada y la mano en la oreja