Diario de León

TRIBUNA

Juan J. de la Rosa Sánchez Profesor Honorario de la Universidad de León

Las leyes del juego

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L os juegos se rigen por reglamentos que dictan los propios jugadores (caso de los juegos infantiles) o los organismos competentes para que se desarrollen dentro de un orden y se puedan ejecutar las actividades sin perjudicar los intereses de los jugadores. En el primero de los casos son reglas abiertas que pueden cambiar los propios participantes a su voluntad; en el segundo suelen responder a la exactitud de un código que es interpretado y aplicado por un árbitro.

Seybold (1976) basándose en la definición del juego de Huizinga señala como características del juego, las siguientes: 1. En primer lugar y ante todo es acción libre. El juego impuesto ya no lo es en sentido estricto, porque en su forma original emana del placer de jugar. 2. No es la vida ordinaria, propiamente dicha. Todo lo contrario, nos permite salir de ella y abre una esfera distinta. 3. En el juego siempre algo en suspenso. Su resultado es incierto. Cada participante tiene posibilidades de ganar y sólo mientras el desenlace no sea seguro continúa. 4. El juego crea orden. En el mundo imperfecto, en la vida confusa introduce con ese orden una limitada y transitoria perfección. El orden es dado por las reglas del juego y si no existen se crearán para seguir jugando. 5. Se desarrolla dentro de ciertos límites de tiempo y espacio. Es encerrado y tiene fin. Comienza y termina, pero puede repetirse 6. Estimula la sociabilidad , crea comunión de intereses.

En 1492 el rey Abu Abdalá, llamado Boabdil, «llorando como mujer lo que no supo defender como hombre» (frase atribuida Aixa, su madre), entregó las llaves de Granada a los Reyes Católicos. Pero ocurrieron más cosas: Elio Antonio de Nebrija publica su Arte de la lengua castellana, la primera gramática de una lengua vulgar. Los Reyes Católicos y Cristóbal Colón firman las Capitulaciones de Santa Fe: el navegante zarpa rumbo a las Indias y descubre América saltando a tierra en Guanahaní. Fernando e Isabel publican el Edicto de Granada de expulsión de los judíos, para quedarse una condición: el bautismo. ¿Se fueron 160.000 sefardíes y quedaron 240.000 conversos? Colón pierde su nave capitana, la Santa María. Nace en Valencia Juan Luis Vives, filósofo, psicólogo y educador. La figura más importante de nuestro humanismo. Exiliado de España por su origen judío, escribe en 1538 su Linguae Latinae Exercitiato y sus Diálogos «admirables de vivacidad e inapreciables como documento para conocer los usos y costumbres de la época...» (Julián Marías 1914/2005) y de los que Azorín (1873/1967) dijo: «Acaso no haya libro en nuestra literatura más íntimo y gustoso».

La ley es un «Precepto dictado por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados» (DRAE, edic. Tricentenario). Pues bien, Juan Luís Vives (1492-1540), en su obra Diálogos dicta en 1538, dos años antes de morir, las Leyes del Juego que después de 486 años, casi 5 siglos, siguen estando de plena actualidad. En uno de ellos cuenta que, durante un paseo por Valencia de Borja, Centellas y Cabanillas, el segundo dicta las que no comento porque lo dicen todo.

«Ley primera. Cuando se ha de jugar. Fue criado el hombre para cosas serias, no para juegos y burlas. Mas los juegos se inventaron para recreo del ánimo fatigado de las cosas serias. Sólo, pues, se debe jugar cuando estuvieran cansados el ánimo o el cuerpo, tomando el juego no de otra suerte que la comida, la bebida, el sueño y las demás cosas que renuevan y reparan, porque tomado de otro modo sería vicio, como cuantas cosas fuera de tiempo».

«Ley segunda. Con quién se ha de jugar . Así como cuando emprendes un viaje o concurres a algún convite miras cuidadoso los compañeros que has de tener, también en el juego has de procurar que sean conocidos tuyos estos compañeros, porque con los que no lo son de verdad reza lo que dijo Plauto: El hombre es lobo para el hombre a que no conoce. Sean graciosos, joviales y corteses, con los que no haya peligro de riñas ni disputas en que digas o hagas cosa torpe o indecente. No juren, no blasfemen, ni den suelta a palabras sucias para que de tal pestilencia no se te pegue algún vicio o mala costumbre. Y, finalmente, póngase a jugar como tú, esto es para alivio y descanso del trabajo».

«Ley tercera. A qué juego has de jugar. Ante todo a juego que se entienda, porque si se ignora no hay recreo ni para el que juega, ni para los compañeros, ni para los que miran. Se ha de procurar, mientras lo permita la salud y el tiempo, que el juego, al par que diversión, sea ejercicio del cuerpo. Y tambien que no sea el juego de tal calidad que dependa todo de la suerte, sino que la experiencia y el saber corrijan los males azares de la fortuna.»

«Ley cuarta. Qué se ha de apostar. Ni se ha de jugar sin arriesgar nada, que es majadería y aun enfado, ni se ha de apostar tanto que te inquiete el juego y te sepa mal perder, porque así no sería juego, sino tormento.»

«Ley quinta. De qué modo se ha de jugar. Al sentarte pensarás que vas a recrearte en el juego, comprando con algún dinero el reparo de la fatiga; que el juego es suerte, o sea cosa varia, incierta, mudable, por lo que si pierdes no sufres injuria alguna, y así el perder lo llevarás con paciencia, sin ceño, sin mostrar tristeza, sin maldecir de ti, ni de los compañeros ni de los mirones; y si ganas no mostrarás soberbia ni enojarás a nadie con chistes. Serás, pues, alegre, gracioso, cortés, sin truhanería ni desenfado, ni harás insinuación a nadie de tramposo, villano o avariento, ni porfiarás, ni en modo alguno, aunque tengas razón, jurarás, que el negocio no importa tanto que hayas que poner a Dios por testigo. Recuerda que los que miran son como los jueces del juego, y cede a su dictamen sin dar señales de que no te parece bien. De esta suerte el juego es recreo, y también grata y generosa educación de un mancebo hidalgo».

«Ley sexta. Cuánto tiempo se ha de jugar. Hasta que conozcas que te reparaste para el trabajo, y te llamen los negocios serios. Quien lo contrario hiciere, hará mal. ¡Queredlo y hacedlo así, caballeros!»

Termino con un refrán tomado del Diccionario de Autoridades (1734) en la entrada ley. «Allá van leyes donde quieren Reyes. Refrán con que se da a entender la facilidad con que los poderosos hacen lo que quieren, trayendo o interpretando las leyes a su gusto o parecer. // Dat veniam corvis, vexat censura columbas: Regis ad imperium faedera concta fluunt. »

Dijo Mateo: «Quien pueda entender esto, que lo entienda.» (Mateo 11:15  blp).

En memoria de su señoría Isidoro Álvarez Sacristán, magistrado, poeta y escritor. Descansa en paz, amigo.

Así como cuando emprendes un viaje o concurres a algún convite miras cuidadoso los compañeros que has de tener, también en el juego has de procurar que sean conocidos tuyos estos compañeros, porque con los que no lo son de verdad reza lo que dijo Plauto: El hombre es lobo para el hombre a que no conoce
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