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TRIBUNA

Oswaldo Smarrelli Torrealba
ECONOMISTA

Los umbrales de la democracia: ¿cuándo se deja de ser democrático?

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A propósito de celebrarse el 15 de septiembre el Día Internacional de la Democracia, es importante reflexionar acerca de sus aportes como sistema político ya que ha sido ampliamente valorada por su énfasis en la participación ciudadana, la protección de derechos individuales y el favorecimiento de la toma de decisiones colectivas. Sin embargo, es importante reconocer que incluso en los sistemas democráticos existen límites y riesgos inherentes que podrían erosionar los principios que la originan y sostienen para dar paso a regímenes totalitarios y crecen inicialmente en las ideas de alguien que por su condición de poder circunstancial pretende alargar estos lapsos de tiempo mediante acciones poco democráticas que aseguren su permanencia en esa instancia de poder y liderazgo.

Hay varios factores que evidencian la transición de un líder hacia conductas totalitarias de las cuales hay que estar advertidos, por ejemplo: pretensión de concentrar mayor poder del permitido en sí mismo o en un círculo cercano, manipulación de instituciones, pretensión de incidir en decisiones del Poder Judicial, legislativo u organismos de control con el objetivo de socavar la independencia de estos poderes o limitar su capacidad de vigilancia, limitar la libertad de expresión, utilizar tácticas intimidatorias para silenciar opiniones críticas hasta llegar al punto de crear entornos donde se promueva el culto a su persona como máximo y único líder capaz.

Un pilar fundamental de la democracia es la expresión de la voluntad popular mediante elecciones libres y justas ya que los líderes electos reflejan la diversidad de la sociedad y además deben estar sometidos a un sistema robusto de contrapesos y supervisión. Ahora, ¿es suficiente la mera realización de elecciones para considerar que un país es democrático? La respuesta es negativa si dichas elecciones carecen de transparencia o equidad, si el proceso electoral previo y posterior se ve empañado por reducción de derechos civiles, desigualdad de condiciones entre candidatos o el uso indebido de los recursos gubernamentales a favor de un candidato oficialista, estos factores y otros similares erosionan la legalidad y transparencia del proceso y por tanto sus resultados pierden su legitimidad, así como la democracia, su esencia.

A nivel internacional, existen instancias como la Organización de Estados Americanos y Naciones Unidas, Unión Europea, Corte Penal Internacional, G-7, G-20, entre otros que actúan en sus respectivos ámbitos de acción, pero su capacidad en este mundo multipolar cada vez es más limitada y los tiempos de resolución demasiado lentos para frenar de manera efectiva el deterioro democrático en tiempo real, además, que esta vigilancia sobre procesos electorales y retrocesos en sistemas democráticos varía en función de los intereses geopolíticos y las dinámicas de poder donde la imposición de sanciones o advertencias tienden a ser selectivas y en lugar de garantizar una intervención oportuna las instituciones no van más allá de comunicados y ruedas de prensa generando ambientes propicios para la consolidación de regímenes autoritarios en países cuya fachada democrática oculta elecciones amañadas y erosión progresiva de pilares fundamentales de la democracia.

Uno de los episodios más recientes que ha mantenido al mundo en vilo es el flagrante fraude perpetrado por el dictador Nicolás Maduro en Venezuela, al escribir estas líneas, como noticia de último minuto, se informa que Edmundo González Urrutia, legítimo vencedor de las elecciones presidenciales celebradas el pasado 28 de julio, se dirige al exilio en España buscando proteger su vida y libertad de la implacable persecución del régimen, este hecho es una nueva muestra del colapso democrático en países donde la voluntad popular ha sido progresivamente pisoteada por dictadores que utilizan el aparato del estado para promover violencia y miedo en la población y lograr perpetuarse en el poder.

Difícil tarea tiene la comunidad internacional para enfrentar estas circunstancias con mayor firmeza y coherencia de lo contrario, seguirá siendo testigo silente de la degradación democrática que amenaza con volverse irreversible en muchos países del mundo, ante esto, es importante recordar un episodio ocurrido en la Cámara de los Comunes del Reino Unido el 11 de noviembre de 1947 en medio de un momento difícil para el mundo pues, aún se estaba superando la devastación de la Segunda Guerra mundial y Winston Churchill pronuncia uno de los discursos más memorables de la historia abogando por la importancia de la democracia en un momento en que surgían diversas ideologías políticas y sistemas de gobierno distintos, enfatizando que “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre con excepción de todos los demás”.

Hoy, reivindico sus palabras y concuerdo que a pesar de sus fallas e imperfecciones la democracia sigue siendo el mejor sistema de gobierno, pero dejando claro que no es un estado estático, es un proceso continuo que requiere vigilancia, defensa constante y todos debemos tener el deber de defenderla, consolidarla y en cuanto sea posible mejorarla, por lo tanto, la democracia no es solo un ideal a ser celebrado, es una tarea a ser realizada.

Hay varios factores que evidencian la transición de un líder hacia conductas totalitarias de las cuales hay que estar advertidos