TRIBUNA
Autonomía leonesa: activar ubicación
Algunos artículos se escriben con la intención de que sean recordados, otros para que sean olvidados; este pertenece a los segundos. Primero, porque espero que en breve estemos ubicados en el lugar adecuado, y, segundo, porque de no ser así, significaría que el conflicto leonés se habría convertido en un conflicto entre leoneses, un mal asunto.
¿Ayudaría en algo saber dónde estamos para alcanzar la meta prevista? La pregunta parece de Perogrullo, pero la respuesta es compleja. Primero, porque habría que saber si tenemos la misma meta; segundo, porque no todos parecen contentos con los compañeros de viaje; tercero, porque no hay director de carrera, por lo que nadie se ocupa ni de la estrategia ni de la logística; cuarto, porque hay quien prefiere tirar por los cerros de Úbeda creyendo que son un atajo; quinto, porque cada uno elige los caminos con criterios distintos: firme de la calzada, ascensos y descensos, señalización, reglas, etc.; sexto…
Para competir limpio, incluso con la Junta de Castilla y León, que solo está para suspender la carrera, es justo diferenciar el leonesismo del autonomismo leonés. Siendo un gran desconocedor del primero, con el atrevimiento del ignorante me permito hacer solo un diagnóstico superficial y un par de propuestas. Creo que la salud del leonesismo en la Región Leonesa es buena en general, siendo excelente en el caso del asociacionismo cultural de la provincia de León.
Como propuestas de mejora, sugiero la unificación de la política lingüística, tanto en normalización como en implantación. Una segunda propuesta me es muy conocida, pues traté de hacer algo análogo en mi etapa de vicerrector del Campus Noroeste de la Uned (del primero), cuando propuse a los Centros de Asturias, Galicia y la Región Leonesa la creación de la Federación de Asociaciones Culturales del Noroeste, abierta a las de la Región Norte de Portugal. Se llamaba Facno y aprobaron sus estatutos más de 40 asociaciones culturales. El proyecto no salió adelante por fuego amigo (alguien pensó que se pretendía crear un Virreinato). Pero sí lo hizo su versión reducida, un proyecto del Centro de la Uned de Lugo, donde yo también ejercía la dirección. Se llamó Lugo Cultura Dixital y sigue funcionando hoy, con dos medios de comunicación: una web para todas las asociaciones de Lugo y una revista digital interesante, Muralla Abierta, y se traen entre manos una mejora notable.
En cuanto al autonomismo leonés, el diagnóstico es que padece el mal de la confusión, un síndrome también bastante complejo. Pero tiene cura. Como en otros grandes males, lo primero es la voluntad de ponerse bien, sabiendo que el tratamiento no es traumático, aunque a alguno pueda resultarle vermífugo. Básicamente, la medicación son píldoras de conocimiento, algunas ya probadas, otras en fase de ensayo. Entre las primeras, hay que retomar la dosis justa de Cuestión leonesa y ver por qué han vuelto a aparecer recidivas territorialistas: León con Asturias, Bierzo con Asturias, Bierzo gallego, León con Asturias y Zamora, León provincia, Región Leonesa… En cuanto al Asunto leonés, hay que reflexionar sobre por qué no se ha avanzado en la creación de un «poder leonés». En el proceso, no debemos ignorar a quienes suscriben las posiciones antiautonomistas oficialistas del PP, tanto la del «leonesismo útil» provincial como la de la «Comunidad de éxito» comunera, así como la versión fantasmona del «eso no pasaría con nosotros» de los socialistas, a las que también habría que añadir la del «yo soy español, español, español». Para todos hay que buscar tratamiento «personalizado». Entre las píldoras que habrá que ensayar están las previstas para generar el Conflicto leonés, todas con el aditivo de la unificación, aunque aquí tal vez haya que recurrir a la inyección intravenosa.
Otro síntoma del mal de la confusión es el de la obsesión por la legalidad constitucional: que si el Art. 2 de la Constitución; que si el 141; que si el 144; que si el 151 (los menos), posibles vías a las que hay que añadir la estatutaria que defienden algunos, en mi opinión con buen criterio. Habrá que abordarlas todas, pero cuando toque. De momento, a los engrillados por las vías constitucionales, les sugiero una buena infusión de hechos: El Estado autonómico español es, mayoritariamente, aconstitucional, y se construyó sobre los Pactos Autonómicos de 1981 y 1992. Intrínsecamente, todo el Título VIII es un bodrio jurídico, redactado para tratar de solventar un problema político que, dicho sea de paso, persiste con una crudeza hoy mayor que en 1978, cuando juristas de prestigio dijeron que no podía quedar redactado de «aquella» manera. Propiamente, las entidades que tienen derecho a la Autonomía son las nacionalidades y regiones del Art. 2, y nada más que ellas. Pero cómo nadie tuvo lo que había que tener, porque los grandes partidos no querían unas Cortes Constituyentes (las del 78 no lo fueron) por lo que le pudiera pasar a la Restauración borbónica, se optó por dejar que el tiempo se hiciera cargo, confiados en que vascos y catalanes, que ya tenían lo suyo, se quedaran tranquilos y que el resto se las apañara con un Título VIII donde las entidades que tienen derecho (nacionalidades y regiones, que nadie dice lo que son ni cuáles son) no son las mismas que las que pueden acceder a él (provincias limítrofes, etc. del 143, así como «las que a nosotros nos dé la gana» del 144, en manos de los partidos mayoritarios, esos de las razones de Estado o del interés nacional, que son los mismos ayer y hoy, interpretando todos la misma farsa, a la que algunos leonesistas continúan dando juego).
Y por si esta consideración constitucionalista no fuera suficiente, le recuerdo a alguno que Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, padre de la Constitución por el PP, escribió en una revista jurídica que con la Constitución en la mano los vascos tienen derecho a la independencia y los catalanes casi. Todas estas consideraciones y muchas más sobre el valor de una Constitución que algunos juristas califican de inconstitucional, sus excepcionalidades, deficiencias, insuficiencias, incongruencias, etc. están recogidas en mi libro «España necesita un nuevo Estado», donde el lector podrá encontrarse con muchas sorpresas.
La vía estatutaria, es decir, la de la escisión de la Región Leonesa de la actual CA, es una posibilidad interesante; en mi opinión, más manejable que cualquiera otra «constitucional», siempre que la meta de la carrera sea llegar a la Autonomía para toda la Región y no otra cosa. Siendo puristas, habría que comenzar poniendo en duda la constitucionalidad del Estatuto de CyL de 2007, el actual, pues coincido con algunos juristas profesores de universidad que sostienen que no es una reforma del de 1983, sino un Estatuto de nuevo cuño, por lo que no se debió aprobar según lo que prevé el de 1983 para su reforma, sino por una vía constitucional de creación de una nueva Comunidad autónoma. Serían dos las CC AA con Estatutos inconstitucionales, Andalucía y Castilla y León, una oportunidad que parece que en Vox, tan aficionados a los recursos de inconstitucionalidad, quieren dejar pasar para acabar con el Estado Autonómico que tanto desprecian. Pero esto es como lo de las Diputaciones, ya me entienden.
Acabo como empecé, deseando no tener que volver a hablar de estos asuntos. Y siendo cierto que siempre ha de haber un momento para el debate, debo decir que «este» no es un buen momento para «este» debate, porque lo que ahora toca no es debatir, sino combatir. Combatir el desprecio, la humillación, el robo, la usurpación… propiciados por la Junta y los partidos estatales. Todo ello desde la unión del movimiento autonomista para generar el conflicto que dé lugar al pacto para lograr la autonomía leonesa.