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TRIBUNA

Máximo Cayón Diéguez
Cronista oficial de la ciudad de león

El ceremonial de las Cantaderas

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Lucas de Tuy relata en su Chronicón mundi la aparición en sueños de Santiago Zabedeo al rey Ramiro I, la víspera de la batalla de Clavijo. El canónigo isidoriano, después obispo de Tuy (1239-1249), refiere que así habló el Apóstol al monarca: «Ver me has en la batalla en un caballo blanco con una señal grande y grande espada reluciente en mi mano (…) que ciertamente sepas que a todos los vencerás y matarás a espada».

La aparición del Hijo del Trueno en medio de la contienda hizo posible la victoria de Ramiro I (842-850) sobre las huestes del príncipe omeya Abd al-Rahmán II (833-852), coetáneo de Harum al-Rashid, califa de Damasco. La tradición sitúa este controvertible enfrentamiento en los alrededores de la localidad logroñesa de Albelda, el 22 de mayo del año 844. Con este triunfo quedó abolido el ‘nefando tributo’, concertado con el emirato cordobés en tiempos del rey Mauregato (784-789), hijo bastardo de Alfonso I, quien lo engendró de una sierva probablemente berebere. Dicha servidumbre obligaba al monarca cristiano a la entrega al sarraceno de cincuenta doncellas nobles y cincuenta del pueblo llano.

El recuerdo de la épica y legendaria batalla de Clavijo así como la liberación de las Cien Doncellas «de las infernales greyes» conforman el núcleo de la ‘Fiesta de las Cantaderas’, un polícromo ceremonial que tiene como escenario en nuestros días el claustro de la S.I. Catedral de León, el domingo anterior a la festividad litúrgica de San Froilán, patrono de la diócesis legionense.

Esta señera tradición gozó siempre en León de una singular resonancia. Francisco Cabeza de Vaca Quiñones y Guzmán, Marqués de Fuente Oyuelo, en el capítulo XXX de Las Políticas Ceremonias , obra de 1693, lo asevera de este modo: «Se celebra con especialísima solemnidad en memoria de la insigne batalla que nuestro gran rey D. Ramiro venció en los campos de Clavijo. Habiéndose noticiado al Portero mayor la hora, da llamamiento, sale la Ciudad desde sus Casas Consistoriales, yendo delante los clarines y tambores con sus libreas, las niñas que en memoria del triunfo de las Cien Doncellas dan las parroquias, que van adornadas lo mejor que se puede, sigue la Ciudad con sus cuatro Maceros y demás ministros, entran por la puerta principal [de la S.I. Catedral…]».

Siguiendo las fórmulas protocolarias recogidas por el citado noble leonés, un hermoso cortejo cívico-religioso, presidido por el Ayuntamiento de León, esto es, por la Corporación Municipal «en forma de ciudad», a cuyos miembros acompañan los Reyes de Armas, es decir, los cuatro Maceros, la policía local de gala y la banda de música, se dirige desde la Casa de la Poridad a la S. I. Catedral. Preceden a esta representación un primoroso carro engalanado, tirado por una pareja de bueyes, que muestran dos roscas de pan en las astas, las cantaderas, jóvenes que portan los cestillos cargados con productos típicos de la tierra leonesa, y la sotadera, ataviada a la usanza morisca, portadora de un arco floral que depositará ante Nuestra Señora del Foro y Oferta de Regla, relieve situado en la panda sur del claustro catedralicio, en el tímpano del lucillo del sepulcro protogótico del chantre y juez eclesiástico Munio Ponzardi, fallecido el 19 de septiembre de 1240.

Esta advocación mariana es testimonio de la vida monástica o regular que hicieron los canónigos catedralicios hasta el siglo XII. La escena recoge tres estampas: en la derecha, la Virgen está sentada, con el Niño sobre su regazo, a quien un personaje postrado de hinojos le presenta un castillo; en la izquierda, aparece la Virgen con un ángel, que podría identificarse con el de la Anunciación; y en la del centro, se representa la coronación de Nuestra Señora de Regla, por parte de dos ángeles entre nubes.

En 1595, un riojano, el fray Atanasio de Lobera, deán de la Catedral de León y testigo ocular del ceremonial, afirma que «doce niñas de hasta diez o doce años», pertenecientes a las parroquias de San Marcelo, Nuestra Señora del Mercado, San Martín y Santa Ana, representaban a las cantaderas. De la primera parroquial de las citadas partía entonces la mencionada sotadera, que, supuestamente llegada desde Córdoba, elegía a las «Cien Doncellas». De la segunda, salían los atabales y el salterio que figuraban en la comitiva.

En estos días nuestros, en el antedicho espacio claustral catedralicio se llevan a término las tres intervenciones dialécticas entre el síndico, que defiende con firmeza que la aportación de la municipalidad es una dádiva de carácter libre y voluntario, es decir, una oferta, y el capitular que, aunque acepta la entrega, defiende todo lo contrario y sostiene con tesón y perseverancia que se trata de un foro sin duda alguna. Como es de rigor, no hay acuerdo. Después, uno y otro, instan a sus respectivos escribanos para que levanten las correspondientes actas. Cada uno llevará el agua a su molino. Y hasta el año que viene.

Al término de esta pugna verbal, se celebra la Eucaristía. A su finalización, ante la Virgen Blanca, situada en el parteluz de la Puerta del Juicio Final, a los sones de la dulzaina y el tamboril, la sotadera y las cantaderas bailan la Cantiga X de Alfonso el Sabio, ‘¿Donna d’as Donnas?’, lo mismo que han hecho al llegar y ante Nuestra Señora del Foro u Oferta.

Así concluye la ceremonia propiamente dicha. Luego, la plaza de Santa María del Camino, rubricada siempre por el sello de la leonesidad, será el lugar de destino de la municipalidad y de los carros engalanados.

Ante la Virgen Blanca, situada en el parteluz de la Puerta del Juicio Final, a los sones de la dulzaina y el tamboril, la sotadera y las cantaderas bailan la Cantiga X de Alfonso el Sabio, ‘¿Donna d’as Donnas?’