TRIBUNA
La educación financiera protege contra la ludopatía inversora
El desarrollo de las nuevas tecnologías y, con ellas, el de las redes sociales, ha transformado nuestra sociedad. Las dos forman parte de un progreso social indiscutible, pero son también una fuente de amenazas y peligros importantes a tener en cuenta.
La educación financiera avanza a ritmo muy lento en comparación, y creer que estas materias se pueden ir aprendiendo sobre la marcha, sin un compromiso firme por parte de la Administración, los docentes y las familias, es una afirmación tan temeraria como falsa. El Día de la Educación Financiera, que cumple 10 años en Europa, nos lo recuerda. Nos anima a reflexionar acerca de cómo mejorarla. Si, además, entre nuestras responsabilidades está la de educar a la familia, o a los jóvenes en las aulas, la obligación de hacerlo correctamente se convierte en un imperativo.
La escasa educación financiera de los jóvenes y, por qué no decirlo, también de una gran mayoría de los adultos, es un caldo de cultivo muy fértil para estafas financieras y daños económicos para los inversores. Las propuestas de caminos supuestamente sencillos para hacerse ricos, es un mensaje que cala fácilmente en las mentes vulnerables. También en las de quienes no tienen afianzado el valor del esfuerzo constante y buscan atajos para mejorar su situación financiera.
Los cursos rápidos de trading están a la orden del día entre los anuncios publicitarios que reciben nuestros jóvenes. La promesa de que aprenderán a comerciar a través de novedosas plataformas con miles de instrumentos financieros para ganar dinero rápido, haciéndolo de forma aparentemente sencilla, seduce a nuestros principiantes haciéndoles creer que alcanzarán en dos días el nivel de gestores experimentados. Como les seducen también hacia el mundo cripto caras famosas del cine, las redes sociales o el deporte, o las muchas ofertas que reciben en sus móviles o atraídos por «amigos» sin un mínimo de formación en finanzas. Son caminos peligrosos que no se pueden recorrer pilotando un coche de Fórmula 1 sin carné de conducir, o sin saber para qué sirve el cambio de marchas.
El hecho de que, además, ese mundo se enfoque como si fuese un juego de casino, aumenta el riesgo económico y altera la salud mental. Son apuestas que generan emociones fuertes y, en ocasiones, acaban provocando adicciones difíciles de superar sin la ayuda de profesionales que nos desintoxiquen; o la ruina económica, para la que no hay médicos ni cura milagrosa.
La educación financiera y económica, así como la práctica de hábitos económicos saludables desde edades tempranas, protege a los jóvenes de estas adicciones que pueden suponer un auténtico drama para las familias. Algo impensable hace unas décadas.
La buena salud financiera personal y social pasa por: hacer un presupuesto personal y familiar para tener el control de las finanzas; conocer los ingresos y gastos sin margen para las «apuestas»; entender las vías honestas para conseguir y ganar el dinero, evitando que caigamos en las trampas de la demagogia de quienes ofrecen ganancias rápidas que sólo a ellos les beneficia; saber que el mercado de capitales es una alternativa de inversión y no de especulación, términos diferentes, pues conecta a los ahorradores con empresas y gobiernos para financiar con su dinero proyectos que, sin lugar a dudas, sí beneficiarán al conjunto de la sociedad.
A pesar de los avances, los sistemas educativos se resisten a implementar las materias económico-financieras como esenciales en la formación de nuestros jóvenes. Miran hacia otro lado. Mientras, esos jóvenes, con la curiosidad propia de su edad, avanzan por nuevas autopistas tecnológicas pisando el acelerador. Por eso necesitan nuestra guía, nuestra implicación como padres, madres o docentes que les conduzcan con el carné de conducir y con valores esenciales, como el esfuerzo y la honestidad, por caminos menos arriesgados.
Sin negar las bondades de los avances, ni que más pronto que tarde irrumpirán nuevas formas de dinero y atractivas maneras de gestionarlo, debemos trasmitirles la formación suficiente para que sepan qué productos existen, qué empresas y profesionales autorizados les pueden asesorar, y bajo el respaldo de qué nuevas leyes y autoridades podrán protegerse.
Hablémosles de dinero sin miedo, de las emociones que nos hace sentir y de los sesgos que provoca en la conducta de quienes carecen de pensamiento crítico. Seamos los copilotos que, sentados a su lado, nos impliquemos sin demora en la tarea de formarles mientras acumulan kilómetros de práctica prudente que les protegerá de futuros accidentes.
Para conseguir la salud económica y financiera de un país y el progreso social de sus ciudadanos toda la sociedad debe implicarse en esta tarea de una manera u otra.