‘Reenrevesamiento’

Existe una sorprendente hilazón entre las doctrinas teológicas que prevalecen en cada época y las formas de dominancia que adopta el Estado.

En las teocracias antiguas, de pensamiento cerrado, coercitivo y dogmático, el Poder adopta las formas hieráticas, solemnes y sangrientas que caracteriza el culto a los dioses, basadas todas ellas en la credulidad impuesta y la certeza absoluta. Sus normas son pocas, claras y taxativas, emanan de una sola cabeza y las legitima una única firma: el sello real. Lo hicieron desde los faraones hasta las monarquías altomedievales con la honorable excepción del derecho romano.

En las democracias actuales, de pensamiento abierto, libre, paradójico, el Poder se ejecuta, en su mayor parte, apoyándose en la incertidumbre.

Es esta la forma de dominación más refinada: el Estado teje una telaraña laberíntica de leyes, órdenes, decretos, reglamentos, ordenanzas… dispersas, contradictorias, complejas, en texto que rayan la criptografía, indescifrables hasta para los propios expertos.

Para disipar la forma más legítima de oposición: la basada en la convicción del cumplimiento del deber o la conculcación de un derecho.

Para llevar a puerto una subvención de cualesquiera de las burocracias que nos tutelan, hacer una declaración de la renta o reclamar una sanción de tráfico hace falta, al menos, un título de licenciado.

Perplejo y confuso en medio de ese laberinto de leyes y normas con títulos, capítulos, artículos, apartados, cláusulas y disposiciones (transitorias, derogatorias y finales) el ciudadano de nuestro tiempo es un pobre Teseo a merced del Minotauro burocrático. En ningún momento se siente seguro de hacer las cosas conforme a la Ley porque los legisladores han querido que así sea para hacerle más vulnerable.

Para el Estado es fácil extirpar toda disidencia con este enrevesamiento semántico. (Gracias por el neologismo, a mi asesor en titulaciones, don Oscar el encargado del cibercentro de Benavides, que me replica con retranca «no es magia son tus impuestos»). Siempre  podrán demostrar sus servicios jurídicos alguna clase de irregularidad o delito en la actuación y proceder de quienes se le resistan.