Diario de León

TRIBUNA

Francisco J. Tapiador
Catedrático de Física de la Tierra

El cambio de hora

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¿Es razonable andar cambiando la hora cada seis meses? La lógica del cambio a horario de verano es procurar que las horas de actividad se acerquen lo más posible a las de la luz solar. Sucede que a partir finales de marzo los días son más largos, así que el 29 de ese mes se atrasa la hora oficial, de forma que, por ejemplo, las nueve de antes son las ocho del nuevo horario. El argumento es que así se ahorra energía en las oficinas y fábricas al disminuir la demanda de electricidad por las mañanas. Si anochece más tarde, hay más tiempo antes de recogerse a casa, y además te acuestas más cerca del ocaso, ahorrando energía. Con una red eléctrica con cada vez más peso de la energía solar (ya es un quinto de la producción), parece que el cambio tiene sentido, porque se reduce la necesidad de almacenar energía, aunque en el tema del consumo el ahorro que supone el cambio de hora es cada vez menor. Otro punto que esgrimen los partidarios es el efecto sobre el comercio y el ocio, ya que los trabajadores de horarios fijos sólo pueden realizar esa actividad después de su jornada laboral.

En la noche del 26 al 27 de octubre volvemos al horario «normal», atrasando una hora el reloj. Se acaba pues el horario de verano y empezarán los comentarios y el debate sobre si es bueno o malo que en marzo del año que viene hagamos de nuevo el cambio.

Hay disparidades regionales sobre el tema, porque en Cataluña o en Baleares amanece y anochece bastante antes que en Galicia. Veamos qué pasa con un par de ejemplos. El 26 de octubre en Santiago de Compostela amanece a las nueve. Con el cambio de hora, el día siguiente, el 27 de octubre, lo hace una hora antes, a las ocho. Pero en Barcelona es diferente: el 26 amanece a las ocho y cuarto, y el 27 a las siete y cuarto. Supongamos que todos los niños de España entran al colegio a las nueve, si no cambiáramos la hora, los niños gallegos entrarían de noche y los catalanes de día. Con el cambio, todos entran de noche. Por la tarde, antes del cambio de hora, lo que sucede es que el 26 de octubre en Santiago anochece a las siete y media. En Barcelona lo hace un poco antes de las siete. Al día siguiente, el 27 de octubre, anochece a las seis y media en Galicia y poco antes de las seis en Cataluña. Ese es el horario normal, el que tendríamos si no hiciéramos el cambio de hora.

La idea del cambio de hora es que no amanezca tan pronto cuando los días se alargan, y que anochezca más tarde. A mucha gente esto le parece razonable. La alternativa, lo que pasaría si no se hiciera el cambio de hora, es que en verano en Barcelona amanecería a eso de las cinco y —eso sí— anochecería a las nueve. El problema del invierno es que a veces sales de trabajar de noche, y te da la sensación de que has perdido el día. Eso, anímicamente, no es bueno. El horario de verano ayuda a extender la tarde, que es tu tiempo, no el de tu empresa.

El cambio de hora es un asunto de las latitudes medias, por cierto. En el norte de Europa hay mucha diferencia entre las horas de luz en invierno y en verano, por lo que el cambio ni se notaría, y en el ecuador no hace falta: allí no cambia mucho ni el tiempo del reloj ni el atmósferico. Es un aburrimiento perpetuo, en ese sentido. Otro detalle es cuándo se realiza el cambio en nuestro país: en la noche del sábado 26 al domingo 27 de octubre. El domingo a las tres de la madrugada hay que atrasar el reloj a las dos. Se hace así para afectar lo mínimo posible a las actividades económicas.

Hay mucha gente que no está de acuerdo con el cambio de hora. Las razones son variadas. Unos dicen que esa idea de potenciar lo de acostarse y levantarse temprano es una intromisión del gobierno en la vida de los ciudadanos, y que ese horario tiene un sesgo capitalista y puritano. Otros dicen que el efecto sobre la salud de las personas, de haberlo, depende de las costumbres de cada uno, y que basta con tener unas buenas persianas para acostarse y levantarse a la hora a la que haga falta para ir a trabajar, que no olvidemos es el eje de la vida diaria de la mayor parte de la gente, que se ve obligada mantener unos horarios más o menos fijos.

Se habla incluso de cambiar el huso horario de la península para tener la misma hora que Portugal y Canarias, algo a lo que estos se niegan en redondo, porque la coletilla de «una hora menos en Canarias» es publicidad gratis continua, varias veces al día, todos los días del año. Sean cuales sean las preferencias de cada uno, hay que decir que el tema del cambio de hora es un asunto menor en el contexto de la rigidez de los horarios laborales de nuestro país y de nuestras costumbres mediterráneas, eso de comer a las tres los fines de semana y que los programas de televisión se alarguen hasta entrada la noche. Pero ese es otro tema.

Sean cuales sean las preferencias de cada uno, hay que decir que el tema del cambio de hora es un asunto menor en el contexto de la rigidez de los horarios laborales de nuestro país y de nuestras costumbres mediterráneas
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