TRIBUNA
También las mujeres abandonan la Iglesia
Entristece contemplar la mayoría de las iglesias vacías, no solo de hombres y jóvenes, sino también de mujeres. Mucha gente ya no asiste a la iglesia ni se identifica como católica, especialmente los jóvenes. Pero últimamente también las mujeres, que durante mucho tiempo han sido la columna vertebral de la Iglesia, están dejando la práctica religiosa. En la Europa del siglo XIX, la Iglesia Católica perdió principalmente a los hombres debido a su oposición a las reformas liberales: libertad de prensa, libertad de expresión, libertad de religión, sindicatos y democracia. La participación de la Iglesia en la política alimentó el anticlericalismo y empujó a muchos hombres fuera de la Iglesia. En la segunda mitad del siglo XX, con «la Movida», perdió a la juventud y últimamente está perdiendo a las mujeres.
Cualquiera que conozca esta realidad no debería sorprenderse de que tanto la Iglesia Católica como otras iglesias cristianas estén perdiendo membresía debido a las distancias que se han producido entre los postulados de la sociedad y los de la Iglesia y a las posiciones políticas defendidas por sus lideres religiosos. Las mujeres progresistas están enfadadas por la oposición de la Iglesia al aborto, la fecundación in vitro y el control de la natalidad, y las mujeres conservadoras también están enfadadas por no ser tratadas como iguales, y no sólo por ser excluidas del diaconado, sino por los frecuentes encuentros con ministros varones con cultura patriarcal. Las mujeres han avanzado en la educación, la política, los negocios y las profesiones, pero todavía son tratadas como ciudadanas de segunda clase en la Iglesia.
Este es un problema serio para la Iglesia en general, porque las mujeres siempre han hecho el trabajo pesado de transmitir la fe a la siguiente generación como madres y educadoras religiosas. Si las mujeres se apartan de la Iglesia, no esperemos que sus hijos o hijas se conviertan en sacerdotes y religiosos o religiosas. Según los primeros datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre las creencias religiosas en España, en 1990 el 92,1% de las mujeres se declararon católicas, frente al 61,9 % que lo han hecho en 2021, últimos datos del CIS sobre este tema. Los porcentajes son muy inferiores si se refieren a la práctica religiosa, que solo alcanza al 16,8% de hombres y mujeres que se han declarados católicos. En todo el país, muchos seminarios y casas religiosas están cerrando o están medio vacíos. Tal vez ésta sea la única manera de acabar con el clericalismo en la Iglesia.
De la secularización y de otros cambios en la Iglesia se culpó al Concilio Vaticano II y a sus reformas, pero bajo los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI tampoco se han detenido las deserciones en las filas de la Iglesia ni el descenso acelerado de vocaciones. Aquellos formados y ordenados en seminarios durante la etapa de Juan Pablo y Benedicto registran tasas de abandono similares a las registradas en los años posteriores al Concilio. Y no es de extrañar. Los obispos conservadores nombrados por estos papas suprimieron todo pensamiento creativo que no estuviera en línea con la ortodoxia tal como ellos la entendían. Aunque mantuvieron algunas de las reformas externas del Concilio Vaticano II, como la liturgia en lengua vernácula, sin embargo extinguieron el espíritu de colegialidad y libre discusión que el concilio había propiciado.
El Papa Francisco está tratando de reavivar ese espíritu permitiendo la libre discusión en la Iglesia y fomentando la sinodalidad. Pero me temo que, a pesar de los esfuerzos de Francisco, sea demasiado tarde. Aunque la esperanza nunca se pierde, pues el Dios compasivo y misericordioso, que mandó el Espíritu sobre la Iglesia preconciliar, lo volverá a hacer en nuestros días.