Razón y sinrazón
Monjas con revistas de inversión en los bolsillos del hábito, meretrices de importación rezando el rosario, millonarios con vaqueros deshilachados, pobretes orinando en toilettes de alabastro... así es el mundo que nos toca.
No hablo en nombre de ninguno de los ídolos de oro, bronce o barro que presiden los altares de templos, pagodas o mezquitas. En todos ellos no he visto más que panzones con trajes de estameña, doblados por el peso de las monedas de los fieles.
Los viejos libros que conservan los mensajes se cubren de polvo en las librerías o descienden como cuchillas sobre los cuellos de los inocentes. Las bellas sentencias de los profetas alimentan el ansia de poder de los ambiciosos pero ya no confortan a los humildes de corazón, (acosados por la negra flecha de los demonios tutelares)
Hablo en nombre de la Ratio, la capacidad de razonar, que distingue al humano de la bestia; del sentido común y de la vulgar experiencia. Banderas, todas ellas, desarboladas en este mundo. edificado sobre los huesos humeantes de los limpios, los humildes y los rectos. Hablo en nombre de la inteligencia y la sensatez que ha sacado al homo de las cuevas y las ciénagas.
Y veo que la razón, espada que nos libró de las garras del leopardo y la brutalidad de las mazmorras, que señorea con letras de titanio, los academias, los parlamentos y los tribunales, pende sobre nuestras cabezas como una negra tormenta.
Con la razón nos llegò el confort, que llena los campos y selvas de cloacas y escombreras; con la razón nos llegó la salud, que lleva a los humanos a atiborrarse de toxinas en envases perfumados y arrinconar a los viejos y los enfermos. Con la razón nos llegaron las libertades que sirven de anzuelo a los mercaderes para saquear los bolsillos de los pusilánimes.
La diosa Razón que ha vaciado los templos y llenado los hipermercados tiene rabo de dragón y cuernos de cabrón.