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Publicado por
Jesús Martín Ramos / Doctor en Historia
León

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La Edad Media castellano y leonesa, reiteradamente decimos, es muy rica en vivencias pero desconocida por la carencia de documentos. Antes hablamos del priscilianismo (Ver Tribuna del día 10 de agosto), hoy lo hacemos de la secta cristiana de los albigenses. Esta herejía, la principal dentro de las tendencias religiosas cátaras que afloraron en el siglo VII (patarinos, concorezenses, búlgaros, etc.) se basa en dos principios: el bien y el mal con un carácter radical. Su nombre procede de Albi, ciudad del Sur de Francia (Languedoc), donde se desarrolló en los siglos XII-XIII, extendiéndose también por el Norte de Italia, Suiza, Flandes y Alemania. A León debió llegar a través del Camino de Santiago. El primer albigense aquí establecido fue Arnoldo, caracterizado por la rapidez con que escribía. Sus predicaciones entre nuestros paisanos se extendieron rápidamente. Sus seguidores le consideraron un santo y cuando falleció le enterraron junto a una fuente, de ignorado lugar, cuyas aguas decían sus adeptos, proporcionaban milagros (curación de enfermos, paralíticos,.......) con la consiguiente llegada de gentes de diversos lugares, no sólo de la provincia, sino también de las limítrofes. Los problemas sociales que ocasionaron fueron numerosos, surgiendo muchas leyendas sobre ellos, hoy desaparecidas. Sabemos que clérigos leoneses que estudiaban en Roma ante el cariz que tomaba la herejía regresaron a su tierra y los persiguieron sin descanso, predicando contra ellos desde las iglesias. Los dominicos, con Santo Domingo de Guzmán a la cabeza, dirigieron sus palabras continuamente y demostraron las mentiras y falsedades que extendían. En medio de estas rivalidades jugó también un papel importante el juez Rui Fernández, natural de Sahagún, destacado jurista en la Corte de Fernando III El Santo.

El Papa Inocencio III proclamó contra ellos una cruzada (1208-29), tomando entonces el conflicto un carácter político-religioso de gran virulencia por los desmanes y asesinatos cometidos indiscriminadamente por ambos bandos, llevando la peor parte los herejes. El rey de Francia y otros seguidores de los dictámenes del Papa, cuyos ejércitos eran dirigidos por Simón de Monfort, les persiguieron igualmente sin descanso, mientras que los albigenses, que tenían al mando al Conde de Tolosa, al verse en franca minoría y con muchos menos recursos, pidieron ayuda al rey de Aragón, Pedro II, contrario a los intereses franceses en la zona de los Pirineos. Frecuentes y muy violentas fueron las escaramuzas que se produjeron hasta que tuvo lugar la batalla de Muret (12 de Septiembre de 1213) donde el monarca aragonés perdió la vida y la batalla. Este es el motivo por el que, el reino de Aragón que tenía fuertes intereses territoriales y económicos del otro lado de los Pirineos, los perdiera para siempre. Fue el fin de los albigenses aunque, posteriormente, surgirían pequeños conatos de la herejía que desaparecerían para siempre al ser juzgados por la Inquisición, que, al contrario de lo que mucha gente cree, nació en el siglo XIII y no a partir del siglo XV con los Reyes Católicos. La palabra «Inquisición» procede del término latino «inquisitio» que significa investigación. Tal institución es un tribunal religioso para perseguir los delitos contra la fe. Se fundó en el Languedoc, en el año 1184, por el Papa Lucio III cuando promulgó el decreto Ad abolendam para que se establecieran tribunales episcopales en toda la Cristiandad Latina. Se implantó por primera vez en Aragón, en el año 1249, con un carácter estatal u oficial. Más adelante, en el reinado de los Reyes Católicos, comenzó a funcionar desde 1478 con el nombre de «Inquisición española”, desapareciendo definitivamente en el siglo XIX, año 1834, con la implantación definitiva en nuestro país del liberalismo. En los territorios españoles de ultramar, aunque también estuvo vigente, no tuvo potestad para juzgar a los indígenas. Para todos aquellos que tengan interés en conocer más datos históricos de este «extraño” tema de nuestra región, podemos recomendar dos importantes trabajos publicados en España: Martín Alvira Cabrer; La cruzada albigense y la intervención de la Corona de Aragón y A. Martínez Casado; Cátaros en León. Testimonio de Lucas de Tuy en la Revista Archivos Leoneses, nº 74. 1983. Un tercero, de título Los albigenses, se debe al historiador irlandés y pastor protestante, Charles Robert Maturin (1782-1824).