Diario de León
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JOSÉ María Mendiluce, eurodiputado elegido en las listas del PSOE y candidato a la alcaldía de Madrid por Los Verdes -lo cual sienta mal en las filas socialistas y es, además, una incongruencia- acaba de dar otro paso más al declarar su «homosexualidad imperfecta» en declaraciones a la revista Zero, la revista de los gays españoles. Está claro que esa declaración suena a oportunismo político y a un incentivo para atraer los votos de este colectivo que nadie sabe cuántos son, pero que tiene un peso indiscutible en el mundo de las televisiones, de la cultura, de la opinión pública y de la economía. Mendiluce no se declaró homosexual cuando fue representante de las Naciones Unidas para los refugiados ni cuando fue elegido eurodiputado. ¿Por qué entonces no y ahora, sí? Él reconoce que si lo hubiera hecho en ese momento no habría sido el responsable de la misión que le encomendaron y no reconoce, pero también es verdad, que esa declaración, aquí y ahora, puede traerle votos. Eso no le impide calificar de oportunistas -que también lo son- las manifestaciones de Ruiz Gallardón a favor del matrimonio de gays y lesbianas. Lo de los otros, oportunismo; lo suyo, un ejercicio de madurez. Mendiluce no quiere que se mezcle su tendencia sexual con la política, pero señala que «lo de poner a Ana Botella, una legionaria de Cristo, en Asuntos Sociales» es una clara apuesta ideológica, por supuesto reaccionaria. Yo respeto a los homosexuales, aunque la homosexualidad no me parece ni natural ni positiva ni, mucho menos, recomendable. Salir del armario es, para algunos, más que una liberación, un negocio oportunista.

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