VUELTA DE TUERCA
Ya vienen
Los Reyes, claro. Con el aguinaldo, claro. Un aguinaldo aderezado, mancillado de markéting comecocos. Sólo la infinita capacidad de ilusión que atesora un niño puede contrarrestar la voracidad de una sociedad de consumo que, cuando llegan estas fechas, exhibe sin pudores todo su poder de perversión. Hoy los niños del «primer mundo» no dejan las alpargatas; dejan las deportivas y los zapatos de marca, y caramelos, y turrón para los camellos, seguros de que a la mañana siguiente el salón de la casa será un bazar. Alguien tendrá que decirles algún día que muchos de esos juguetes los hacen otros niños como ellos cuyo aguinaldo tiene un nombre concreto: explotación.