Diario de León
Publicado por
María Jesús Muñiz
León

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Leo en el almanaque una crónica sobre los Reyes Magos de hace 75 años: «La mano del niño con poco se llena...». Casi me da un síncope. ¡Claro! Porque la Mariquita Pérez no tenía flota de coches, caballos alados ni un tocador más completo que el de Joan Collins. ¡Oh, Señor, han venido los Reyes! ¿Nadie ha explicado a estos señores eso del reciclaje y el desarrollo sostenible? ¿Cree el ladrón que son todos de su condición y, por tanto, que el «me pido, me pido» desaparecerá el siete de enero por arte de magia oriental? ¿Consideran de verdad sus majestades que es necesario enterrar al pequeñ@ entre montañas de plásticos de colores, hombres arañas y videojuegos para hacerles felices? Me parece que los magos dejaron hace tiempo de llevarle oro al niño adorado para adorar al oro del niño, y se encomendaron a Nuestra Señora del Progreso Comercial. Amparados siempre por la imbecilidad colectiva en honor de Santo Gasto Descontrolado, patrono del pavo, del turrón, del besugo y del acto de regalar como besugos. Como el despiporre consumista no es obligatorio, no es cosa de echarle la culpa a nadie. De la gastroenteritis de la cuenta corriente y del inexistente milagro, con efecto boomerang, de la visa sólo es responsable su titular. Pero ahora, arruinados y cogiendo carrerilla para la cuesta de enero, queda lo peor. O le prestamos la abuela al asilo o alquilamos el hipódromo de la Barbie. O ponemos el baño en el trastero o prescindimos del multigaraje de cinco plantas. O buscamos un hueco en el tendedero para la granja de Pin y Pon y su caja (que parece que guarda una réplica de las torres gemelas en vez de muñecos liliputienses) o me hago anacoreta y prescindo de todo lo superficial (menos de la lavadora). Y todo para que nos sintamos decepcionados cuando el niño prefiere jugar con una enorme caja llega de imágenes que invitan a un sugerente paraíso de fantasía que con su ortopédico ejemplar de plástico, que sólo propone tocar un botón. Eso sí es magia. Aprendan de los niños, señores Reyes.

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