«Prestige» y credibilidad

DURANTE dos semanas el Gobierno-PP ha hecho lo indecible por apartar de sí el cáliz del Prestige y por conseguir que los españoles lo apartaran también de su atención. La verdad es que habían comenzado a tener algunos éxitos en esa operación y durante unos días las portadas de los periódicos y las aperturas de radios y televisiones tuvieron que ocuparse bastante de la infinita serie de iniciativas y medidas legislativas contra el terrorismo y la delincuencia. Lo de Ana Botella vino también a echar una mano. Pero la realidad es terca y tozuda y sólo lo real subiste detrás de la espuma. Es imposible que se puedan sacar un conejo de la chistera cada día que pasa. Los conejos se agotan y además todo el mundo se da cuenta de que eran conejos para el despiste. El escándalo en el Parlamento gallego hace volver las aguas a sus cauces naturales y la catástrofe del Prestige recupera el lugar del que nunca debió ser desplazada. Taponar la capacidad de investigación en ese Parlamento es un hecho muy grave. Si las razones que se dan para boicotear la investigación allí sirviera para algo, sería al menos para reafirmar la necesidad de una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados, que ha vuelto a ser rechazada por la mayoría absoluta del PP. Eso significa que no se puede investigar ni en Madrid ni en Santiago lo sucedido en la costa gallega sobre todo aquellos decisivos días entre el 13 y el 19 de noviembre. Si no se puede investigar ni aquí ni allí, ¿dónde podrá hacerse? Le recuerdan ahora a Aznar sus firmes promesas de facilitar las comisiones de investigación en el Congreso, aunque sólo lo pidiera la minoría. La dureza de la requisitoria de Rodríguez Zapatero está justificada, pues es verdad que todo esto pone en riesgo la credibilidad del propio sistema democrático. Por encima de los partidismos, creo yo que ese riesgo es lo que nos debería alarmar a todos y animarnos a exigir del Gobierno un comportamiento acorde con las promesas de regeneración que hacía desde la oposición.