Una fecha imborrable

Hace muchos años que en el día de hoy, San Antonio abad, no se abren los portalones de nuestra casa campesina, en Oteruelo de la Vega, a la vera del padre río Órbigo. Mi madre, Antonia, celebraba su festividad. Había pastas, mazapanes, orujos y mistelas para todos. Como mujer del campo eligió al santo algo bruto, pero enormemente sencillo, como patrón, no al que los Antonios de salón elevan a la máxima dignidad el 13 de junio. Y hoy, digo, las mujeres campesinas y las asociaciones protectoras de animales pondrán bajo los hisopos que bendicen: a perros, cerdos, gatos, bueyes, yeguas, gallinas o loros. Estarán los que llevan perritos recién salidos de la peluquería, no entablillados en bocatas, y hombres y mujeres de lo sencillo. Son las Antonias y Antonios que no necesitan tirarle de las sayas al San Antón gordo y bondadoso. Un San Antón que podría clonarse en el catedrático de cirugía de la Facultad de Veterinaria, José Manuel Gonzalo, aunque a él le tire algo más el Isidro campesino, que echaba la siesta a la sombra de las paleras mientras el ángel empuñaba la mancera del arado. La situación campesina no tiene nada que ver con la inutilidad reglada del campo. La lucha está siempre en los despachos, no en las haciendas a campo abierto. Los ejemplos son clamorosos. Desde hace diez meses, estaba vacante la dirección provincial del INSS. En realidad, hace dos años más, cuando José María Serrano Valladares acaparó infartos -hasta tres-- y «baypasses» -hasta cinco- que determinaron la concesión de su invalidez absoluta. La administración sanitaria, a paso de tortuga, acaba de dar respuesta a un silencio pleno: si mis noticias son exactas, anteayer se firmó la orden por la que Horacio de Andrés será nuevo director provincial del INSS. A punto de agotarse el calendario del 2002 le pregunté: ¿Cuándo estarás con nosotros?. Y su respuesta fue concisa: han hablado conmigo, he puesto mis condiciones y no sé más. Horacio de Andrés, que salió de León hace más de una década, como secretario en Cádiz primero, y director en La Coruña después, pudo regresar con anterioridad. De hecho, desde la Universidad se le ofreció la Gerencia, siendo rector Santoyo. Pero en León siempre hay zancadillas para todo. También las hubo ahora: otros dos aspirantes peleaban por el cargo y cada uno con sus morrales de apoyos clasificados en el PP. Se repitió la historia a la hora de reemplazar al admirado Federico Álvarez, ese genio blanco que llenó dos décadas en Muface, instrumentalizándose estrategias de sucesión. Todas se estrellaron frente a la candidatura de Felipe Robla, uno de los más brillantes expedientes académicos que ha generado la Facultad de Veterinaria de León. Yo no tengo perro, ni gato, ni animal que pueda bendecir hoy el cura de turno. Me consolará, en plenitud, el recuerdo de las Antonias, entre ellas a mi madre.