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Publicado por
Manuel Alcántara
León

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En las cárceles españolas hay que poner el letrero «Completo», como en los autobuses. No cabe una pena más. El Gobierno debiera advertirle a los delincuentes que no podrá darles alojamiento. En el último año han ingresado 4.500 nuevos clientes y la ocupación actual es del 106 por ciento, según la estimación oficial de Instituciones Penitenciarias. Los cuatro nuevos centros que se proyectan no funcionarán hasta el 2006, si es que funcionan, ya que ningún Ayuntamiento quiere que se edifiquen en su término. Ocurre lo mismo que con las centrales nucleares: todo el mundo reconoce su necesidad, pero desea que se instalen en un pueblo lo más distante posible al suyo. No deben de ser tan incómodas nuestras prisiones, ya que hay mucha gente que vuelve. No tienen comparación con la de Guantánamo, aunque no tengan vistas al Caribe. Allí los talibanes cautivos están más apretados que las sardinas en lata, con la diferencia de que las sardinas no amenazan. Dicen que la lamentable situación se debe en gran parte a la dificultad de los inmigrantes para acceder a la libertad provisional. José Chamizo, Defensor del desvalido Pueblo de Andalucía, prevé que España necesitará en el 2050 tres millones de inmigrantes. Ahora tenemos un millón trescientos mil, que es la tasa más baja de Europa. Harán falta muchos más para que realicen los trabajos que los nativos, aunque estén en el paro desdeñan. Somos un país desarrollado y para seguir siéndolo es preciso que ciertas tareas las desarrollen otros. El racismo es cuestión de pasta. Un campeón mundial de los pesos pesados, archimillonario, lo dijo de modo insuperable: «Yo también fui negro. Cuando era pobre». Predijo Tailard de Chardin una «antropogénesis final», cuando se mezclen todas las razas. El resultado será un ejemplar único. Un tipo humano menos blanco que los blancos y menos oscuro que los negros, con algún rasgo oriental y un ligero ramalazo verdoso. Faltan algunos siglos para que haya gente tan guapa.