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Publicado por
Federico Abascal
León

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En algunas monarquías europeas, obviamente democráticas, los jefes de Gobierno caen a veces en una tentación presidencialista, lo cual no es grave en sí, pues el sistema dispone de medios correctores de todo tipo de excesos, por legales que sean. Dicha tentación suele ser más fuerte cuantas más dificultades circunstanciales ofrece el panorama político, y en el caso de España, actualmente, las dificultades no son escasas para el Gobierno. Bien porque Aznar actúa en el lanzamiento de sus reformas legales con cierto desdén hacia la oposición o bien por la incomodidad de aclarar parlamentariamente las primeras reacciones del Gobierno ante la catástrofe del «Prestige» o el grado de compromiso español en el planteamiento bélico de Estados Unidos contra Irak, el caso es que estaría aumentando la sensación de que nuestro sistema político más que una monarquía parlamentaria, semejaría un presidencialismo. La sesión que celebró ayer la Diputación permanente del Congreso fue un modelo obviamente rechazable de crispación política, de malos modos dialécticos y de medias verdades, pudiéndose tal vez atribuir a los portavoces parlamentarios del PP un mayor grado de responsabilidad. Nuevamente se negó la mayoría absoluta «popular» a la celebración de un pleno aclaratorio, con presencia de Aznar, sobre una cuestión tan candente como la postura de España ante el más que hipotético asalto norteamericano al régimen de Sadam Husein. Y nuevamente fue rechazada por el PP una comisión de investigación sobre la tragedia generada por el «Prestige». Lo que oscurece y embadurna el ambiente político no es tanto el uso o el abuso de una mayoría absoluta, en contra de compromisos electorales del presidente del Gobierno, como la estrategia de descalificar a la oposición por querer informarse, para que el país se sienta informado. No merece la pena reiterar las descalificaciones del PP, y hasta un infundio, relativo a una supuesta falsificación por el PSOE de documento público, ni las réplicas de los portavoces socialistas, con Manuel Marín afirmando sobre el asunto de Irak que cuando Aznar tira los dados, le sale siempre una misma jugada: guerra. Lo más grave sería que, ante la imposibilidad de una comisión sobre el «Prestige», IU trasladase el asunto, como ha anunciado, del plano político al penal, personándose en la causa abierta por el juzgado número 1 de Corcubión. Mal asunto. Es enteramente deseable que el jefe del Gobierno autorice, desde un aparente presidencialismo, la actividad investigadora y fiscalizadora de un Parlamento que ayer se veía en cierto modo maniatado, aunque no amordazado.