CRÓNICASBERCIANAS
Marea negra, vía muerta
Habrá que pensar que es verdad, que no hay mal que por bien no venga. Que la marea negra habrá sembrado de chapapote la costa gallega, pero al Bierzo le ha traído el tren de alta velocidad. Ha tenido que hundirse un petrolero y verter 70.000 toneladas de veneno negro en el mar, embadurnar el Atlántico de fuel durante tres meses, embetunar las rocas y la arena de «galletas» pastosas, oscurecer los caladeros y la frente de los marineros, para que el presidente del Gobierno se acuerde de la vía muerta del tren de alta velocidad -o velocidad alta, que todavía no sabemos muy bien como lo tenemos que llamar- que se iba a detener en Ponferrada. Ha tenido que irse a pique el prestigio de Fraga entre sus paisanos para que José María Aznar trate de reflotar la imagen del PP y del Gobierno con nuevas inversiones que calmen la ira de los gallegos. Y entre ellas, Aznar se ha acordado de darle continuidad a un ramal del AVE que hasta hace unas semanas no estaba contemplado que fuera más allá de Ponferrada. Porque no nos engañemos. Y sobre todo, no nos dejemos engañar. La batalla de la alta velocidad, digan lo que digan, la perdimos los bercianos en el momento en que el Ministerio de Fomento decidió que el tren de verdad, ese que parece una bala, debía entrar en Galicia por Zamora, porque el trayecto iba a ser más corto, y no por las tierras de La Maragatería y el Bierzo hasta llegar a Monforte de Lemos, con más población y más tejido económico. Y lo demás son cuentos. O mejor dicho, inventos, compensaciones para dejarnos a todos contentos. Café para todos, pero a unos más que a otros. No tenía sentido proyectar una línea ferroviaria de alta velocidad -o de velocidad alta, a ver si nos ponen de acuerdo sobre la forma de llamarla- entre León y Ponferrada si la vía no iba a ir más allá. Y ha tenido que hundirse un barco, causar la mayor catástrofe ecológica que recuerdan los marineros de Galicia, para que el Gobierno se dé cuenta. En el futuro, los viajeros usarán el AVE de verdad, sin los trasbordos engorrosos de nuestro ramal secundario, pero al menos nos habrán dado una oportunidad proyectando la continuidad de la línea. La pena de todo esto es que las gracias no se las tenemos que dar a José María Aznar y a su agudo sentido de la vertebración del Estado, sino a un barco hundido en el Atlántico, al luto que viste las playas, a los pesqueros anclados, a las encuestas desfavorables y a la inminencia de las elecciones municipales. Valgan estas líneas para unirme a las voces que dicen que es buen momento de reivindicar más cosas. Que habría que reclamar más, ahora que el Gobierno es receptivo, y arrancar un compromiso para unir Ponferrada con Orense por autovía, y para suprimir el peaje infame de la León-Astorga, que esa es otra historia que está dando que hablar. Aunque todo dependerá, me temo, de la cantidad de mierda negra que siga arrastrando el mar contra las piedras.