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León

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SE me pusieron los pelos de punta. Leí: «Bismark dijo que nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante una guerra y después de una cacería». Me acordé de aquel impenitente borracho de la montaña que en una noche de «tormenta» recibió los reproches de su madre, harta de tanta melopea: «¡Borracho, sinvergüenza, mal hijo!». Tambaleándose en la escalera, un destello de lucidez le permitió contestar, con el vino enredándole las palabras en la lengua: «Tres respuestas acertadas, a 25 pesetas cada una, 75 pesetas». ¿Adivinaba Bismark la España actual? Lo de antes de las elecciones está claro, sólo hace falta escuchar las bofetadas en los despachos, ver las alfombras rojas al paso alegre de los próceres de más allá de Benavente y los compromisos de progreso y bienestar. A poco que forcemos acabarán prometiendo para León una temperatura constante de 20º. En cuanto a la afición a la cacería, le va a salir cara a la clase dirigente. El Prestige pilló a más de uno buscando gamusinos en vez de atisbar lo que se venía encima, y ahora, para más coña, a Cascos le salen los urogallos rumanos del armario. Y es que lo de la caza de altura ($$) tiene un no sé qué de rancio que ayuda poco al marketing en pro de la popularidad. Si les hubiera pillado el asunto igual de despistados, pero ejerciendo de sindicalista liberado, por ejemplo, la cosa hubiese acabado del mismo modo pero tendría un toque más progre, más de conciencia social. Pero lo de la guerra... Los preparativos avanzan ajenos a razones, y en España se obvia un debate parlamentario que, de producirse, sería un ejercicio de mentiras y demagogia; pero que es imperativo democrático. Asistimos impasibles al avance de la bota militar que no torturará a Sadam y su séquito, sino a millones de personas, a las que aplasta ya desde hace años. Decía Groucho que la justicia militar es a la justicia lo que la música militar a la música. Pero es que Bush ni siquiera sabe acariciar el saxofón.

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