Diario de León
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León

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ESTABA yo preocupadísimo al enterarme de que la Tierra es un planeta con fecha de caducidad, como los yogures, y los astrofísicos mejor informados auguran su destrucción dentro de 7.500 millones de años. También me preocupaba, incluso un poco más, saber que la corrosión romperá los tanques del Prestige en un periodo de entre 23 y 40 años, cuando nadie tenga una idea muy clara de quiénes fueron Fraga ni Rajoy. Y lo que es peor, cuando nadie sepa cómo eran los percebes. 50.000 toneladas de fuel sumergidas a 3.600 metros de profundidad son una bomba de relojería destinada a nuestros descendientes. Cuando les llegue la avalancha oscura se van a cagar en la leche que le dieron a sus antepasados. Decía Einstein que él nunca pensaba en el futuro porque llega demasiado deprisa. Los que no somos Einstein, o sea, el resto, debiéramos imitarle en lo posible y dedicarnos a cuidar el presente, que es «una poderosa divinidad». Lo malo es que el presente nos está dando más motivos de preocupación. El Foro de Davos ha sido decepcionante. Si la tradicional gala no ha acabado como, según lo devotos supervivientes, acabó el Rosario de la Aurora, es porque ha habido que suspenderla. Asistieron algunos jefes de Gobierno y muchas estrellas invitadas. El brasileño Lula da Silva abogó por un nuevo orden mundial y propuso, candorosamente, crear un fondo de ayuda internacional para los países pobres. El hombre quiere sacarle algo a las naciones ricas y a las multinacionales para luchar contra el hambre. Está fresco. De lo que más se ha hablado en Davos es de Irak, del terrorismo y del petróleo. Trinidad de conflictos que nos va a hacer la santísima pascua en muy poco tiempo, antes de que el planeta caduque y antes de que la acción corrosiva del oxígeno y el dióxido de carbono disueltos en el agua rompan los tanques del «Prestige». El ex presidente Clinton ha calificado a Bush de «figura errática» y ha dicho que no sabe lo que quiere. Se equivoca: quiere la guerra. Y eso sí que es preocupante.

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