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Publicado por
León

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FUE como si se desvaneciera un pedazo de Galicia. El Presidente sufrió un mareo que conmovió a mucha gente y, desde luego, a toda la clase política. Un poco más tarde, este periodista almorzaba con un alto dirigente político, y el teléfono sonaba cada pocos minutos: «que Fraga se ha empeñado en ir al almuerzo de Fitur, y allá va»; «que ha llegado su hija, y lo ha convencido para hacerse un chequeo»; «que ese recupera plenamente»; «que dentro de media hora habrá rueda de prensa¿» Mi anfitrión respiraba ante cada una de estas noticias. Temía que la salud de Fraga abriera «una crisis política en el peor momento posible». Felizmente, todo se ha quedado en un susto. Don Manuel Fraga podrá seguir diciendo que disfruta de una mala salud de hierro. Pero sonó una alarma, en su vertiente humana y política. Humana, porque Fraga desarrolla una actividad pública que no se corresponde con su edad. Ayer tenía previsto asistir a ocho actos en cinco horas. Entre otros, se había sometido a la tensión de una entrevista en directo en televisión. Había entrado en la aglomeración irrespirable de la Feria del Turismo. Y quería terminar en un almuerzo multitudinario. Era, a todas luces, un exceso. La quiebra de salud de un presidente, por pequeña que sea, abre un avispero. Pérez Varela dijo con inteligencia que «el único mal para Galicia es que Fraga tiene 80 años». Pero hay más. Un desvanecimiento resucita las ambiciones de quienes aspiran a la sucesión. Agita las aspiraciones de la oposición, que encontrará un motivo extragubernamental para predicar inestabilidad. Y crea incertidumbre entre los partidarios. Todo esto se multiplica cuando, como en este caso, no está clara la sucesión. ¿Quiero decir que hay que precipitar la designación de sucesor? No. Estas cosas hay que hacerlas sin urgencias ni presiones. «En tiempo de crisis, no hacer mundanza», recomendaba San Ignacio. Pero aquí queda el aviso.

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