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TRIBUNA

Tras las huellas de las viejas heridas

Publicado por
León

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EN su Balcón del Pueblo del pasado 21 de enero, Chencho trazó un rápido bosquejo de lo sucedido con la UCL tomándolo como referencia de un asunto de actualidad. Es de admirar su inmutable adhesión a una amistad, quizá a una causa, que los años no han mellado, lo cual le honra, pues en estos tiempos que corren raras son las fidelidades si no van acompañadas de intereses que las avalen. Me consta que la posición del admirable Chencho en el tema desgraciado de la UCL, como en todas las suyas, es una posición limpia y de todos respetable. Pero, como todas las posturas partidistas, limitada a un solo punto de vista por lo general injusto. Se me puede acusar de caer en el mismo pecado, por la parte contraria, y me vería sin argumentos para rebatirlo. La UCL, aquel enorme movimiento social, estalló hace más de diez años, como muy bien apunta Chencho, pero no mientras su presidente, Gerardo García Machado, buscaba alivio para sus males en Rusia. Cierto es que las disensiones ya se habían desatado, que las posturas de cada cual estaban ya demasiado enrarecidas. Sin embargo, las cabezas visibles del sindicato continuaban en su sitio, no digo que en amor y buena compañía (decirlo sería de hipócritas), pero respetando las reglas del juego. Gerardo se fue a Rusia, se ausentó por motivos demasiado poderosos, y, automáticamente, su puesto pasó a ser desempeñado por el vicepresidente, y el vicepresidente, la guste o no a Chencho, era Marías Llorente, y como presidente en funciones recaía en él la representación del sindicato. Se puede hablar de contubernios, se puede hablar de situaciones poco honorables, yo no estaba presente y Chencho tampoco. Lo cierto es que la UCL proseguía, bien o mal, su andadura. Su Comité Ejecutivo, aunque es posible que ya se respirasen los miasmas de dos bandos irreconciliables, tomaba las decisiones pertinentes. No obstante, las corrientes de opinión (o facciones, vamos a no ser mojigatos) son perfectamente legítimas, como es legítima la aspiración al poder. De todas formas, cuando Gerardo regresó de Rusia, se reincorporó a su puesto de presidente, no hubo escisión. Entonces llegó lo de la leche. Chencho recordará las movilizaciones emprendidas por los sindicatos por el escaso precio del producto. La UCL, sindicato mayoritario, abanderaba las protestas, guiaba el pulso de los ganaderos con industrias y políticos. El comité ejecutivo lo había decidido, puede que la Asamblea General, eso lo ignoro, pero las hemerotecas nos lo pueden aclarar. Nunca sabremos en qué hubiesen acabado aquellas movilizaciones, porque el presidente de la UCL las echó por tierra al firmar, sorprendentemente, un precio para la leche con las industrias. Con ese acto desautorizó a sus propios compañeros, traicionó lo que el sindicato había decidido. Es posible que el precio pactado fuese bueno, incluso es posible que Gerardo creyera que lo que hacía, al firmar, era positivo para los ganaderos. Lo grave está en el hecho. Y el hecho fue que tomó una decisión prepotente que debió ser discutida y asumida por lo menos por el Comité Ejecutivo. A partir de entonces, todo se derrumbó. Y entre palabras deplorables, asambleas subidas de tono, expulsiones y pueblos divididos, incluso familias, se llegó al V Congreso, en 1990. Lo que allí se vivió es totalmente surrealista. Puertas cerradas, prensa vetada, compromisarios rechazados en la mesa de credenciales, doce horas de tira y afloja con el único fin de constituir la Mesa del Congreso y, al fin, la retirada de Gerardo García Machado con todos los que, legítimamente, sin duda, apoyaban sus tesis. Yo estuve allí, no sé si Chencho estuvo. Lo ocurrido después es parte de la historia: los compromisarios que permanecieron en la sede del Congreso continuaron con el mismo, eligieron nuevos cargos, nuevo Comité Ejecutivo y nuevo presidente. La Justicia, tras un largo proceso, dictaminó que esos cargos, ese Comité Ejecutivo y ese presidente fueron elegidos de forma legal y que Gerardo, desde aquel Congreso, había dejado de ser presidente. Atodo esto no creo que Chencho pueda oponer razón alguna, pues es algo documentado y, en su día, ocupó grandes titulares en los periódicos. De hecho, Gerardo se vio en la obligación de olvidarse de la UCL y crear otro sindicato, Ucale. Lo verdaderamente triste fue la total desaparición de la UCL. La escisión, cierta, culminó en dos sindicatos:Ucale y Ugal-Upa. Quién fue el culpable de esa escisión es algo que cada cual es muy libre de conjeturar. Pero decir que la escisión se llevó a cabo cuando Gerardo estaba ausente en Rusia es falso, y Chencho también lo sabe.