Diario de León

TRIBUNA

El pueblo de Irak, en el corredor de la muerte

Publicado por
Eduardo Silva Bafaluy. PCE de León
León

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El actual George Bush II comenzó su carrera política achicharrando personas en la silla eléctrica como gobernador de Texas. La pena de muerte en EE.UU. -aplicada mayoritariamente a hispanos y negros- conlleva una tortura previa: el tiempo de espera en el «corredor de la muerte» sabiendo el horrible final que te espera. Hombre de pocas ideas, el actual mandatario de EE.UU. se ha limitado a ampliar a todo el planeta la misma política que llevó a cabo en Texas. La segunda víctima -tras Afganistán- es el pueblo iraquí, ya condenado a muerte por el imperio y sufriendo la tortura del «corredor de la muerte» que supone ver el despliegue de miles de soldados y armas estadounidenses a su alrededor. Notando cómo se cargan los fusiles mientras las humillantes inspecciones de la ONU le dan tiempo e información al ejército norteamericano para tomar posiciones. La simpleza de Bush ha permitido que la población mundial pueda asistir, por primera vez, a los preparativos de una guerra sin máscaras, sin disculpas humanitarias -¿alguien se acuerda de las mujeres afganas o del cormorán moribundo de la primera guerra del Golfo?-. No, al menos esta vez nos ahorran sus mentiras, sus montajes mediáticos, han hablado claro: lo que quieren es repartir el petróleo entre sus multinacionales, instaurar un gobierno títere en Irak y rediseñar el mapa de Oriente Medio para que Israel tenga las manos exterminando a los palestinos y congtrolando los recursos de la zona. En esta sociedad de lo inmediato es difícil tener presente la historia, pero lo cierto es que este tema no viene de hace una década -del primer encuentro televisado Bush I - Sadam- sino de mucho antes. Irak es una de las primeras colonias inglesas en Oriente medio que consigue su independencia, aunque con una parte de su territorio original cercenado -Kuwait, que los ingleses prefirieron convertir en un emirato petrolífero adepto a Occidente y en régimen semi-feudal-. En 1970 Irak nacionaliza su petróleo, arrebatándoselo a las multinacionales. Éste es el pecado original -ni Sadam, ni el 11-S, que no te líen-, que un pueblo quiera disponer de sus recursos naturales, sin privatizarlos ni vendérselos a las empresas del imperio. Sadam Husein, el gobernante iraquí, sirvió en los años 80 para frenar el islamismo radical que se expandía desde Irán. La guerra Irán-Irak fue una sangría bendecida por Occidente. En aquellos años era un aliado mimado del imperio y las armas de destrucción masiva que ahora sirven de disculpa le fueron entregadas por los propios EE.UU. El problema es que el niño adoptado se volvió díscolo. El intento de recuperar Kuwait fue la disculpa para un ataque brutal del ejército de EE.UU. Cayeron sobre Irak más bombas que las lanzadas sobre Vietnam en una década de guerra. Además se ensayaron nuevos proyectiles recubiertos con uranio empobrecido, un material radioactivo que sigue causando espeluznantes casos de cáncer infantil muchos años después y que ha contaminado la zona para lustros. Pero no bastaba con esa desigual demostración de fuerza que fue la guerra. Desde el año 91 persiste un bloqueo que ha devuelto a Iraq a la edad media -una sociedad que disponía en los 80 de sanidad y educación gratuitas y buenas condiciones de vida, ha pasado a índices de subdesarrollo en alimentación y mortalidad infantil-. Hace dos años, en varios colegios e institutos de León hicimos una campaña de recogida de material escolar para los niños iraquíes. Nuestra intención era denunciar el criminal bloqueo y sus consecuencias. La respuesta de los jóvenes leoneses fue inmediata: miles de lápices y cuadernos salieron para Irak. Niños y material escolar que ahora esperan en las escuelas iraquíes la llegada de las bombas norteamericanas, con el beneplácito sumiso del señor Aznar. Con la mayoría de los medios de comunicación sirviendo de portavoces a la estulticia del señor Bush y la complicidad de gobernantes como nuestro presidente -atentos a las migajas que les puedan caer si apoyan esta masacre-, la respuesta a esta locura queda en manos de los pueblos, de la ciudadanía. En los propios EE.UU., en Europa, en los Foros de Florencia o Porto Alegre, se ha empezado a oír la voz de los sin voz. Es hora de salir a la calle a gritar que no queremos esta guerra, esta masacre, que no la pueden hacer en nuestro nombre, que estamos hartos de sus mentiras, de la miseria que generan, de los derechos que pisotean -allí y aquí-. Hoy más que nunca, otro mundo es posible y, entre todos y todas, hay que empezar a construirlo.

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