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Publicado por
J. F. Pérez Chencho
León

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Este artículo debió asomarse ayer al balcón. No pudo ser por exigencias horarias. Lo transcribo hoy: «A las 19,20 horas, ni un minuto antes ni otro después, la presidenta del Congreso de los Diputados ordenó el desalojo urgente de la tribuna de invitados. Una tribuna repleta de actores, actrices, y representantes del mundo de la cultura. Acababan de enfundarse la camiseta con el eslogan: «Guerra, no». Allí estaban, entre otros, Ana Belén, Pilar Bardem, Almodóvar y Viyuela, cuyo «Filemón», no el del cura de La Cuesta, apologista en los institutos y sectario en este periódico. El Filemón de turno es el que tuvo voz en el TBO genial, esposado con Mortadelo, y cuya película se estrena en todos los cines del país este fin de semana. A los actores y actrices, invitados de la izquierda en el Congreso, los barrieron en pocos minutos. Se celebraba el plenario extraordinario para debatir la posición española sobre el conflicto que se avecina: la guerra de EE.UU.contra Irak, el eje del mal que chirría. En nuestros pueblos se llenaban de tocino rancio a los ejes de los carros para seguir transportando las cosechas y los sueños. En mi absoluta ignorancia de la política internacional, pero como observador de todo lo que ocurre, y tras casi cuatro horas ante el televisor, tengo claro que el Gobierno español se ha aliado hasta las últimas consecuencias con el de Bush. Los dos defienden la guerra preventiva. Tarde, muy tarde, después de tener decidido un posicionamiento, el presidente del Gobierno optó por hablar en el templo de la palabra: en el Congreso de los Diputados. Compareció José María Aznar dos días después de recibir al líder de la oposición en la Moncloa, y no lograr que le otorgara un cheque en blanco. El clamor social se hizo irrespirable para el Gobierno. Y el Gobierno se quedó solo. Ningún grupo le apoyó en su política de seguidismo. Se lo dijeron con claridad: No a la guerra, sí a la paz. Sin embargo, suenan tambores de guerra, no tañidos de campanas en favor de la paz. Manda el gran gendarme del mundo, al que se pliega el PP, pero le niega apoyo todo el arco español: ni socialistas, ni convergentes catalanes, ni militantes de IU, ni el Bloque galego, ni Coalición Canaria, Partido Andalucista, Esquerra Republicana, Partido Andalucista, Iniciativa per Cataluña, Eusko Alkartasuna o Xunta Aragonesista. El debate quedó en una salva de aplausos o de desprecios. No hubo resolución. El presidente Aznar cerró el debate para reafirmarse en su teoría. Y todos los demás, pese a intentarlo, tuvieron que hacer mutis por el foro. Después del debate celebrado en el Congreso, que Dios y Alá nos coja confesados antes de contar los muertos sobre la arena ardiente del desierto».