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León

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AYER se estrenó en 325 salas de cine de toda España -en León, en el Teatro Emperador- la película La gran aventura de Mortadelo y Filemón, los legendarios antihéroes de papel creados hace 48 años por el dibujante Francisco Ibáñez. Del tebeo han saltado, en carne y hueso, a la pantalla, intepretados por Benito Pocino (Mortadelo) y Pepe Viyuela (Filemón). Nada más ver el cartel anunciador de la película uno dice: «Son éllos». Están clonados. La pareja que nunca se rinde, inútil y descerebrada, que pone entusiasmo, pero no llega a ninguna parte. En la película, de un absoluto surrealismo, también se han metido otros personajes del tebeo: desde El Súper, a Ofelia, y Bacterio y Rompetechos... todos cobrando vida en la pantalla. Los han sacado de las viñetas para meterlos en nuestro mundo de hoy. El director les coloca en la agencia de inteligencia TIA y les encomienda las locuras más fantásticas y divertidas que uno pueda imaginar, como la recuperación de un peligroso invento descubierto por el profesor Bacterio que ha terminado en manos del dictador de Tirania. Mortadelo y Filemón se lanzan a la aventura de recuperarlo. Todo es surrealista. El mundo de hoy es surrealista. George W. Bush también ha enviado a sus particulares mortadelos y filemones a Irak en busca de las armas químicas y de destrucción masiva que están en poder de Sadam Hussein. No las encuentran. Ni ellos ni los inspectores de Naciones Unidas. Y lejos de fabricar el esperpento para derrocar al sanguinario tirano, diseñan una guerra para acabar con miles y miles de inocentes. Mortadelo y Filemón nunca hubieran hecho la guerra. Lo suyo era ciencia policiaca de más bondadoso alcance, aunque en ningún momento les faltaban las dosis suficientes de mala leche, como a casi todos los espías. Si la Junta de Castilla y León encomendara a Mortadelo y Filemón un informe sobre el descenso de las cotizaciones a la Serguridad Social durante el mes de enero -León perdió 675 y el conjunto de la comunidad autónoma 2.923- posiblemente lo achacarían a las inundaciones en Miranda de Ebro. Elevarían al absurdo lo evidente. Y lo evidente es que mientras el paquete de afiliados creció en más de 27.000 en toda España, en Castilla y León ha perdido cotizantes. Es un signo de sombras, no ya sólo económicas, sino demográficas. Cuando leíamos el tebeo de Mortadelo y Filemón, hace cuarenta años, las sonrisas de los niños duplicaban a las actuales en la provincia leonesa. Una provincia que ha perdido más de cien mil habitantes desde entonces. Hemos coleccionado más lápidas que tebeos. Pero saludemos con alegría la llegada de la película, una obra desenfadada y frenética. Al menos nos devuelve la frescura de los pocos años y la sonrisa sincera y abierta, que no es poco en estos tiempos atormentados.