Diario de León
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EL nuevo obispo de León, don Julián López, propuso hace un par de semanas a Ponferrada como futura sede de una edición de la exposición Las Edades del Hombre, una vez que se cierre el ciclo de exposiciones que, desde 1988, se vienen realizando en cada una de las ciudades episcopales de Castilla y León. Creo que la propuesta es un acierto, pues Ponferrada es, al margen de las capitales de provincia, la ciudad más importante de la comunidad, y el Bierzo una comarca con personalidad propia y un rico patrimonio religioso. La iniciativa de monseñor Julián López Martín no ha tenido, sin embargo, mucha repercusión, aunque tampoco ha pasado totalmente desapercibida. Extraña el silencio de las autoridades locales y el mutismo del obispado de Astorga, de cuya diócesis forma parte el Bierzo. Para la comarca puede ser un acontecimiento excepcional, religioso y turístico, al tiempo que un impulso extraordinario para restaurar y recuperar nuestro patrimonio. Ya se hizo, lo reconozco, con la exposición de Astorga, pero falta aún mucho por restaurar. Adelanto una fecha, 2007, el año previo al centenario de la proclamación de la Virgen de la Encina como patrona del Bierzo; porque es un buen comienzo de tal efeméride y no trastoca los actos que, con tal motivo, se programarán en la basílica de la Encina. Las Edades del Hombre, que no sólo son una exposición artística sino un método moderno de evangelización, pueden ser un revulsivo para una diócesis, como la de Astorga, que necesita una profunda renovación. Vivimos tiempos en los que, desde la Conferencia Episcopal, se estudian proyectos de remodelación territorial, que pueden afectarle profundamente. Por razones pastorales -a veces también por presiones políticas-, la Iglesia busca adecuar la actual estructura diocesana al nuevo mapa autonómico. La consecuencia más directa será la desaparición de muchas pequeñas diócesis -hay 67 en España-, la modificación territorial de otras, la adecuación de las actuales 13 provincias eclesiásticas y la creación de algunas regiones eclesiásticas, como la catalana. La diócesis de Astorga, con una larga y magnífica historia, se extiende sobre el territorio de tres provincias y dos comunidades autónomas, lo que en lugar de una riqueza, como siempre ha sido, es hoy para algunos una dificultad, por los diferentes idiomas y las diversas Administraciones que en ella conviven. Su ámbito territorial tiene su origen en la parte occidental del conventus asturum, estructura política y territorial creada por Roma sobre la base de un poblamiento que conocemos como pueblo astur. Durante siglos nadie cuestionó está realidad étnica y cultural, a caballo de los reinos de León y Galicia; pero hoy su continuidad está seriamente amenazada. Los nacionalistas gallegos ya han reivindicado Valdeorras para la diócesis de Orense, y no acabará ahí la cosa. Creo que el Bierzo, por su centralidad y sus145.000 habitantes -entre la mitad y las dos terceras partes de la población de la diócesis-, puede ser la punta de lanza de una renovación de la diócesis asturicense. No se trata de cuestionar la primacía de Astorga como sede episcopal, pero siguiendo el viejo adagio -ubi ecclesia ibi episcopus-, el obispo de Astorga tiene que tener una presencia mayor en esta comarca, debería pensar en Ponferrada como su segunda residencia y pasar en ella varios días de la semana para ocuparse más directamente de los asuntos del Bierzo y Valdeorras, porque ubi episcopus ibi ecclesia. No digo nada que no exista ya en otros lugares con realidades semejantes, véase diócesis como Tuy-Vigo, Mondoñedo-Ferrol, Osma-Soria. La celebración de Las Edades del Hombre, que habría que preparar desde ahora mismo, puede ser un buen motivo para esta asidua presencia de don Camilo Lorenzo, en Ponferrada. Creo que los fieles de la comarca lo agradecerían al obispo y la diócesis se fortalecería con ello.

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