EL BALCÓN DEL PUEBLO
Alarma social
La excepción confirma la regla en nuestra ciudad. León continúa siendo, no diré que un paraíso de seguridad, pero sí un lugar donde se puede respirar sin miedo a que una navaja te taladre los pulmones o te desgüace el corazón. Una ciudad en la que todavía no ha prendido la psicosis de volver la cabeza cada cinco pasos, aunque algún susto te hiele la sangre. Es una ciudad sin apenas bujarrones. Lo que sucede es que existen malos ejemplos que nublan el paisaje urbano y llenan de sangre y de tinta las páginas de los periódicos. Son los delitos que crean alarma social: los que atentan contra la vida o las agresiones sexuales. Los primeros conllevan la muerte casi siempre. Los segundos repugnan. En ambos casos la vileza de unos se impone sobre la debilidad de los otros. Pero esa alarma desaparece cuando la eficacia policial se demuestra. Y mucho más si se consigue en cuestión de horas o días. Es la columna de nuestra seguridad. El domingo, a media mañana, un joven colombiano, Andrés Mauricio Agudelo Sánchez, 20 años, fue apuñalado con saña en la Plaza de la Inmaculada, corazón urbano de la ciudad. Recibió tres navajazos en el tórax que le abrieron los pulmones y otros muchos en distintas partes de su cuerpo. Cuando le recogieron nadaba en su propia sangre. No había testigos. Ingresado en el Hospital de León e intervenido quirúrgicamente de urgencias, con posterioridad fue traslado al Clínico de Valladolid, donde permanece en estado muy grave. En síntesis, estos fueron los hechos. La alarma social se disparó en León, y mucho más ayer al leer las primeras páginas de los periódicos. Era, a falta de otros relumbrones cercanos, el tema del día. Los otros ecos seguían repicando como tambores de guerra desde Irak, como clamor de libertad desde Andoáin o como la riada de la plataforma Nunca Máis, de A Coruña. La policía comenzó a recomponer el puzzle. Se me antoja algo tan difícil como buscar gotas de agua en el desierto. El domingo, la policía se limitó a decir: «Puede ser algo muy gordo». Y lo era, aunque aún queden muchas puntadas que dar para concluir el traje del delito. El jefe superior de Policía de Castilla y León, Segundo Martínez, ordenó al comisario jefe de León, Ángel Miñambres, que diera prioridad absoluta a la investigación. Así se hizo. Y el caso, salvo desmentido oficial, ya está resuelto: Ha sido detenido el presunto agresor, otro joven de la misma nacionalidad colombiana. Tal y como se especuló desde el primer momento, la agresión fue la consumación de un ajuste de cuentas. De esas cuentas que siempre acaban a tiros o desenfundando el resplandor de las navajas cuando discuten los traficantes de drogas. Al herido se le incautó un kilo y pico de cocaína y bastante dinero. La hoguera de la alarma social ya está apagada con el brillante servicio policial.