EN EL FILO
Desgarros inquietantes
La opinión pública reacciona a las variables sociopolíticas como los barómetros a las atmosféricas, y en ese sentido es mercurial, obediente a los estímulos que la condicionan. Un sondeo realizado poco después del reciente minidebate parlamentario sobre la posición de Aznar ante un ataque preventivo contra Irak, y de las pruebas contra el régimen iraquí desplegadas por Colin Powell ante Consejo de Seguridad de la ONU, sitúa al PSOE cuatro puntos por encima del PP en intención de voto, lo cual sólo es creíble en el ambiente emocional que el asunto genera. Si la actualidad informativa se viera reclamada por otras cuestiones menos pasionales, la opinión pública reequilibraría probablemente sus preferencias electorales. Ocurre, sin embargo, que la belicosa actitud de George W. Bush y del Pentágono ante el régimen de Sadam Huseín proporciona cada día una noticia de primera página, con repercusiones desestabilizadoras que suponen desgarros muy llamativos e inquietantes. Y esa permanencia de la cuestión en primera línea informativa va tensando progresivamente el ambiente social contrario a la guerra y al Gobierno del PP, que no se opone a ella, por afinidad con Bush. No da así la sensación de que los populares vayan a recobrar la iniciativa política durante un tiempo, por muchas reformas legales que produzcan los tinhk tanks de Génova 13 y La Moncloa. En Europa hay ya un trazo divisorio entre Francia y Alemania, que mantienen una postura contraria a las tesis de Bush, y los países que comparten con Bush la belicosidad contra Irak, entre los que Aznar ha situado a España en primera línea. Lo cual se proyecta también sobre la Otan, que ayer celebró dos reuniones muy tensas, con Turquía reclamando a sus socios una solidaridad que Francia, Alemania y Bélgica intentaban diferenciar de cualquier plan de ataque a Irak. No parece que el Gobierno español quiera suavizar tensiones en Europa y limar discrepancias, si nos atenemos a las declaraciones del ministro de Defensa, Federico Trillo, quien ayer valoraba muy negativamente la quiebra, la ruptura, en Europa, que atribuía a los tres países menos sumisos a Washington -Bélgica, Alemania y Francia-, así como la quiebra de la fortaleza del vínculo atlántico, a lo que añadía la desatención de esos tres países a la petición del único país musulmán (Turquía) de la Alianza Atlántica..., «una pésima señal» para cualquier otro país, árabe o musulmán, que desee compartir con Europa el respeto y ejercicio de los derechos humanos. ¿Por qué ha procedido Trillo a esa atribución de culpas a unos países con los que debería estar España a partir un piñón?