el balcÓn DEL pueblo
No a la guerra
PARA mañana, víspera de San Valentín, patrono de los enamorados, la Coordinadora de las oenegés leonesas y una plataforma pacifista, han convocado una manifestación, a la que se han sumado todos los partidos de izquierda, contra la guerra en Irak. «No a la guerra» es el lema. Una manifestación pacifista y solidaria contra la intervención armada preventiva que capitanea el rey del Imperio, George W. Bush, y secunda sumiso el presidente español, José María Aznar. Una guerra que desencadenará toda su infernal destrucción en «cuestión de semanas». No es una manifestación a favor del tirano, megalómano, genocida y guerrero Sadam Husein, quien ya ha llevado a su pueblo a tres guerras en veinte años y masacró a los kurdos. Sin duda, hay que borrar del mapa al dictador. Pero de ahí a recurrir a la medida última y extrema, como es la guerra, hay un abismo. El abismo del que mana petróleo. La guerra es siempre injusta, aunque a veces se desencadene para parecer justa. En todo caso es el último recurso. Los convocantes de la manifestación creen que no se han agotado los tiempos para encontrar nuevas soluciones alternativas que eviten la guerra y piden prorrogar las inspecciones, más medios y reforzamiento del papel de Naciones Unidas en la solución del conflicto. Quieren el desarme de Sadam Husein sin necesidad de declarar la guerra. Lo contrario es, como ha sintetizado Rodríguez Zapatero, «dictar primero la sentencia y luego hacer el juicio». Una de las críticas al Gobierno de todas las demás fuerzas políticas es la falta de información. A esta demanda responde el PP con el inicio de una campaña publicitaria sustentada en estas cinco columnas: explica, según declaró Javier Arenas, por qué el Gobierno «desea la paz y trabaja por ella», ya que no hay paz sin seguridad; defiende la relevancia de la ONU; sólo Sadam es culpable y debe dar pruebas de su desarme; unce al régimen iraquí con el terrorismo internacional, y asegura que sería deseable una nueva resolución de la ONU antes de que comiencen a caer, desde el cielo de Bagdad, los misiles. Ya habrá terminado para entonces la fiesta del cordero. El ¡Eid Said! -Felices fiestas- que durante cuatro días celebran los iraquíes. La fiesta se cierra el día de San Valentín, patrono de los enamorados. Pero en la guerra, en todas las guerras, no hay amor: sólo lágrimas, destrucción y muerte. España ocupa sitial desde enero en el Consejo de Seguridad. Pero no ha movido ni un dedo para buscar alternativas a la guerra. Bush lo tiene decidido: «La partida se ha terminado». Importa poco que el tirano también haya aceptado los vuelos de los aviones espía sobre el cielo iraquí. La cumbre hispano-alemana de Lanzarote no acercará la postura española al eje que defiende la «vieja Europa». Schröder y Aznar no sirven al mismo amo. El paisaje de la isla, lunar y volcánico, podría ser como el de Irak cuando concluya la guerra, con miles de cadáveres sepultados bajo las arenas del desierto. No a la guerra.