Diario de León

desde la corte

Lenguaje de un premio

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León

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HOY no os hablaré de política. Al menos de la política habitual, de la guerra, ni de la nueva soledad del Gobierno. Es que hoy volvemos a tener en letras de oro el nombre de Pedro Almodóvar. Un año más, su última película se encarama al éxito. Y por partida doble, en la historia del cine español: ha obtenido de la Academia de Hollywwood la candidatura al mejor director y mejor guión original por Hable con ella. Aunque al final no consiga el Óscar, Almodóvar sigue siendo el más internacional de los directores españoles y el que tiene más llaves para la difusión exterior de nuestro cine. Lo curioso de esta historia es que hace unos días la Academia española otorgó sus premios Goya. ¿Y qué ha ocurrido con Almodóvar? Se ha quedado sin galardón. «Le han disparado con silenciador», dijo alguien. Nuestra Academia es muy singular: desconoció a la película de mayor éxito de taquilla, que es Al otro lado de la cama y votó como si no existiera la creación más premiada en concursos internacionales, que es Hable con ella. No tengo ninguna razón para hablar de injusticia. Pero, cuando ocurren estas cosas y se palpan estas diferencias, algo raro está sucediendo en nuestro cine. Los criterios de la Academia no coinciden ni con las preferencias del público ni con los gustos de los grandes de la industria. Existe un divorcio. Ese entendimiento del atractivo y la calidad quizá esté en la raíz de la crisis del cine español, donde sólo cuatro películas han tenido el año pasado más de un millón de espectadores. Y ése fue el fallo de los premios Goya; el gran fallo. El resto, que los actores hayan llevado pegatinas de «no a la guerra» o hayan enseñado las banderas de «Nunca mais» es una anécdota que sólo ha servido para alimentar las opiniones más reaccionarias de la prensa y de la política española. Lo trascendente es que esos actores no hablaron de cine. Y los premios, por lo visto, tampoco.

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