Problemas de conciencia
RUSIA se ha sumado al plan franco-alemán para evitar la guerra. No la quiere nadie, salvo los que la desean febrilmente. China también se muestra partidaria de que la crisis pueda tener una solución. El primero que dio la batalla por la paz fue Su Santidad el Papa, pero por desgracia no lo han seguido algunos de sus seguidores oficiales. Nuestro ministro de Defensa, Federico Trillo, dice que «la opinión del Papa sobre la guerra no es vinculante para los católicos». Manda huevos. Ha sido muy explícito en sus declaraciones. Tanto que se advierte que quiere ponerle cuanto antes manos a la obra -con minúscula- de la destrucción de Irak. «Desde el punto de vista de la conciencia de los católicos -dice- la ONU representa la institucionalización de toda la doctrina moral sobre la paz y la justicia». ¡Chúpate esa! Que le dijo Clinton a la becaria. El belicoso ministro critica también la demagogia y la incoherencia de los que se esfuerzan por impedir la terrible matanza. Entre ellos figura Juan Pablo II. Hay actitudes que nunca se acaban de entender, sin duda porque empiezan por no entenderse. Una cosa rara la conciencia, que no trae más que problemas de conciencia. Su famosa voz es apenas audible para algunos. Otros interpretan a su gusto los mensajes. Kant decía que lo que más le asombraba era contemplar la noche estrellada y escuchar su conciencia. Un huésped terco, que no se va nunca. Lo que está bastante claro es que una buena conciencia ayuda mucho a dormir y que una mala puede anestesiarse y también ayuda. No deja de ser un privilegio que algunos católicos no se hagan ningún problema de conciencia ante el estremecedor panorama de la lluvia de misiles. El Decálogo dice «no matarás», sin notas a pie de página. Ningún teólogo ha logrado demostrar aún que Dios sea católico, pero tampoco se ha demostrado que Irak tenga armas destructivas. Como dice Justo Navarro, las únicas armas constructivas son las de Estados Unidos. Lo que sea sonará, pero no del mismo modo en todas las conciencias.