Diario de León
Publicado por
Joaquín Alegre
León

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Por la razón o la fuerza» reza, entre el cervatillo y el cóndor, en el escudo de la república de Chile. A veces, la Historia tiene esos momentos de inspiración: una sentencia propicia para un imperio, para algunos gobiernos, para cualquier grupo de poder y hasta para el macarrilla del barrio. Con mi razón o por la fuerza bruta, así se ha construido el Mundo desde siempre, a qué negarlo. Idea que asciende la escalera de la organización social, amparando en cada parte las propiedades del todo, esto es, fractal. También antigua, la batalla de la inteligencia por coronar al bruto con una guirnalda de reglas para soportarle más poderoso, pero previsible, llegó a la victoria en Königsberg; un formidable «hombrecillo» nos regaló el imperativo categórico: «obra de tal modo que la norma de tu acción pueda tener validez universal». Y añadió, por si acaso: «La guerra es nefanda, porque hace más hombres malos de los que mata». La persistente apelación a la inteligencia propia -en demérito de la ajena- en las columnas belicistas, induce a sospechar de quienes siempre tienen una sombra a mano donde cobijar sus conveniencias. Pero como somos una fiera rutinaria, es suficiente con mirar hacia atrás para contemplar la certera radiografía de nuestra miseria: «La injusticia hipócrita provoca las guerras. La justicia violenta las precipita». (Albert Camus). Cuando el propietario de un incipiente consorcio periodístico decidió la guerra por Cuba, nos llamaron «Imperio del Mal»; tan jóvenes y ya derrotados por un eslogan. De noche, una peligrosa fábrica de productos químicos se nos transmutó en muradal, los operarios sudaneses resultaron demasiado oscuros para el radar. Lo supimos después, cuando la hija del embajador kuwaití ante la ONU rememoraba, con lágrimas en los ojos, la barbarie de la hueste satánica -violaciones, torturas, infanticidios y un largo etcétera de crueldades-, interpretaba. ¡Ah, perversa desmemoria! Qué gloriosa salud la de los muertos que vos matáis y antaño amamantasteis, emperador: Bin Laden, Sadam, Gadafi¿ Y qué fría la sepultura de quienes os incordiaron con el sueño de una realidad distinta. (Ahí es donde se anudan todas las oscuridades). Os reserváis ahora el derecho a la manipulación y al engaño. Ese derecho fue siempre vuestro: la misma boca (Stevenson) que clamó por la verdad «ante el tribunal de la opinión pública mundial», había escupido todas las mentiras pergeñadas por la CIA. Soldada para el afín y ducha sucia para el enemigo -tibios incluidos-. Un buen cebo asegura media victoria, es lección vieja. Pues basta un anuario -a falta de hemeroteca- para descubrir la reposición que nos están vendiendo como estreno, unos actores envejecidos, soberbios, ambiciosos y feroces. ¿De dónde procede entonces este espeso silencio, este pecaminoso entreguismo político? ¿Connivencia? ¿Trueque? ¿Cobardía? ¿Remordimiento? - Habla tú, Primo, que tienes ganadas todas las exenciones: «Toda víctima debe ser compadecida, todo sobreviviente debe ser ayudado y comprendido, pero no siempre deben ponerse como ejemplo sus conductas». - ¿Esto no va con demasiadas citas? - Es que las pesadumbres detestan estar solas. La balanza de la justicia yanqui se ha inclinado siempre del lado donde caen sus intereses (Condoleezza: "No creo que haya ningún país en el que no haya nada que se pueda intentar; hay toda una variedad de opciones"), tiene nombre: doctrina Truman. El viejo y orondo Churchill os avisa desde el pasado: «Se puede engañar a muchos durante algún tiempo, pero es imposible engañarnos a todos todo el tiempo».

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