Diario de León
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DE Max Estrella, el personaje más apasionante de la literatura dramática española, se tomó el nombre de los premios teatrales planteados como la versión escénica de los Goya. Ese Quijote ciego guiado por un Sancho complaciente y borrachín camina la noche de un Madrid brillante y hambriento: un camino inverso de iniciación mística que empieza en la miseria y acaba en el cementerio. Max Estrella: todo un reto para un actor y todo un tratado de la historia de España. Max: unos premios que aún no han conseguido reflejar la riqueza, la variedad y la complejidad del momento actual del oficio teatral, pero que aspiran a convertirse en referente de las artes escénicas nacionales. La gala de los Max: el último capítulo del despropósito que parece haberse instalado en este país en los últimos meses. Hace unas semanas, la compañía vasca Tanttaka se encontró con dificultades para presentar en Galicia su montaje sobre textos de Manuel Rivas como consecuencia de la activa presencia del escritor en la plataforma «Nunca Máis». Ahora, la Xunta retira su apoyo a la entrega de los Premios Max en Santiago aduciendo una increíble reestructuración presupuestaria pero, con la vista puesta en los Goya, temiendo una nueva avalancha de chapapote. «Pagar para que le insulten a uno no lo hace más que un tonto», ha dicho Fraga con la claridad que le caracteriza. La confusión entre culo y témporas, entre la lícita acción política y la pura represión de la discrepancia, está alcanzando extremos dignos de un nuevo esperpento valleinclanesco. La ira ciega de Max Estrella caerá sobre los que no saben tener poder.

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