Diario de León
Publicado por
Ramón Pi
León

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La construcción de la Unión Europea ha sido siempre así, y no hay motivo para más alarma que la estrictamente indispensable, es decir, sólo en la medida en que estar de acuerdo siempre será mejor que no estarlo. Pero lo cierto es que, desde el final de la II Guerra Mundial, los desacuerdos y la confrontación de intereses han sido la tónica común de la ingente tarea de dar por definitivamente terminados los enfrentamientos bélicos entre europeos. Ese sí que es un acuerdo básico y verdadero. La construcción de una unidad política, en cambio, forzosamente ha de presentar aristas constantes, al menos mientras la estructura de estados soberanos se mantenga, y parece que habrá de mantenerse durante algún tiempo más. El choque entre el eje Berlín-París y los «Ocho» respondones ha tenido como escenario la crisis de Irak, pero la clave está en la colocación de cada cual en esa futura Europa unida y única. Ha sido algo parecido a los agarrones, codazos y empujones previos al lanzamiento de un córner. Y todo eso sucede porque construimos la nueva Europa sin saber cuáles serán las consecuencias de cada paso que damos en esa dirección. Hacemos, machadianamente, camino al andar, porque no hay camino preestablecido por el que transitar. La labor es ardua, pero el final puede ser gloriosamente histórico. Por eso me parecen tan pequeñitas, tan enanas y raquíticas, las reacciones de algunos partidos políticos que enfrentan entre nosotros la crisis de Irak en clave preelectoral municipal y espesa, a ver si clamando por la paz mundial y presentando al Gobierno como una colección de paranoicos sedientos de sangre logran algunos concejales más.

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