Como un solo hombre

HOY no hay fútbol, pero es día de quinielas. Hasta el momento de la votación en el Congreso, todo el mundo hace «porras» para acertar cómo votará el PP. Parecemos nuevos. ¿Pues cómo va a votar? Como un solo hombre. Lo demás son ilusiones a las que esta vez no sería injusto apostillar parafraseando a «La cabra mecánica»: «Puedes llamarme iluso porque tenga una ilusión». Con la excepción posible, sólo posible, de algunos que alimentan su propia independencia, como Juan Morano, el PP demostrará que es una piña. ¿Por qué estoy tan seguro? Por razones tan obvias como éstas: tienen la sensación de que la izquierda les ha tendido una trampa, y hay que responderles con una lección; las encuestas andan poco generosas con el partido, y no es cuestión de hacer regalos a quienes tratan de apartarlo del poder; todos veneran tanto a Aznar como líder, que en ninguna cabeza entra la idea de hacerle una jugada, aunque sea con voto secreto; hay tanta sensación de que existen discrepancias internas, que todos se sentirán obligados a desmentirlas. Todas estas razones se resumen en una, ante la cual siempre se rinden los pensamientos filosóficos e ideológicos: con las cosas de comer no se juega. Algo así es lo que ayer les quiso decir el presidente que, pese a todo, ha preferido llegar al Pleno con los cabos bien atados. Se lo ha dicho más finamente, con apelaciones al orgullo patrio, al interés nacional, a la historia y al egoísmo de partido. Y dejó una duda en el aire: a ver cuántos votos «van a tener ellos». «Ellos» siempre son «los otros», la perversa oposición. Tendría narices que ahí se vieran las reticencias del socialismo hacia Zapatero. No lo creo, no lo espero, no lo deseo, pero a veces ocurre: se lanza la caña de pescar, se enreda el sedal, y el pescador termina en el río. Lo seguro para la quiniela es que el PP votará unido. Los beneficios del poder proporcionan una gran unidad. Nunca ha compensado ponerlos en peligro por darle un coscorrón al presidente.