Diario de León
Publicado por
Federico Abascal
León

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Ayer fue un día en el que se sintieron zarandeadas muchas conciencias. El afamado juez Baltasar Garzón arremetía desde el diario «El País» contra el presidente Aznar, remedando de algún modo el j"accuse de Emile Zola que conmovió a Francia durante el «affaire» Dreyfus, a finales del siglo XIX. En carta abierta y argumentada denuncia, Garzón acusa a Aznar de dirigir «esta locura» (su alineamiento con el belicismo de Bush) «con una sordera tan desconcertante como peligrosa», que lleva los españoles a «un desequilibrio emocional y psíquico». Es posible que entre los españoles más diferenciados, algunas iniciativas de Garzón no se valoren tan favorablemente como en sectores sociales más vulnerables al populismo, pero en cualquier caso este juez ha sido capaz de inyectar savia política a una lista electoral de un PSOE desfallecido, tres años antes de convertirse en perseguidor judicial e implacable de Felipe González y sus ministros de Interior, por lo que la simpatía que despertaba entre los socialistas se trasladó a los «populares». Esta simpatía fue, sin embargo, disminuyendo a medida que Garzón avanzaba en su acoso internacional a Pinochet, logrando su larga retención en Londres, pero fracasando en el empeño de juzgarlo en Madrid, fracaso que el Gobierno Aznar recibió con indisimulado alivio. Y ahora, ante los silogismos del período terciario que defienden la guerra, el juez famoso denuncia «la sumisión acrítica de los diputados del grupo «popular», y el «bombardeo» de mentiras y medias verdades desde los resortes informativos del Gobierno, antes de responsabilizar en la «masacre» que se anuncia a los diputados del PP que voten contra el derecho a la paz, una palabra, paz, que «se está prostituyendo de tanto usarla mal». Pregunta Garzón directamente a Aznar »¿qué hará usted, señor presidente, si el Consejo de Seguridad no aprueba la resolución que usted ha preparado con los señores Blair y Bush?«. Es la pregunta a la que Aznar no ha respondido hasta ahora, a pesar de insistes apremios de la oposición. Pero el juez interpreta los hechos y las medias verdades, y llega a la conclusión de que el más entusiasta por la guerra es Aznar, más incluso que Bush y Bush. Ha lanzado Garzón a Aznar un desafío de índole moral, exponiendo el riesgo, ¿estéril, recompensado? para España del alineamiento belicista. Este juez suele ser estacionalmente cuestionado, según a quien ofenda con sus apariciones públicas, pero siempre levanta polvareda, y su carta abierta al presidente ha enturbiado la simpleza meridiana de los argumentos de Aznar.

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